Prueba del nueve: si en una película como esta, de 140’, pasan 40 y no hay nada que interese o intrigue lo mejor es dejarla de verla.
Pero yo no había visto nunca a Álex González (no veo series de TV) y por eso le dieron un Goya. Ni tampoco sabía nada de Cebrián, al que le dieron otro Goya. Así que seguí viéndola.
Escenas de boxeo, pero se han visto miles mucho mejor rodadas (recuerdo “Toro salvaje”). Por ahí ninguna aportación.
Todo se traslada al robo de un banco, profesión del tío que interpreta Grandinetti, con su habitual buena calidad. Y que se llama Vidal. Otro de los temas más trillados en el cine. ¿Aporta algo distinto Cebrián? Más bien no. Pero, al fin, roban.
Ahora hay que ver el desarrollo. Resulta que la chica del chico se lía con el tal Vidal, que previamente le había dado un trabajo de secretaria.
Aquí la cosa debería empezar a adquirir ritmo, pero no, se ralentiza. Volvemos al boxeo. Y cuando queda una media hora, plan de otro robo, esta vez sumándose un amigo del boxeador. Responde al apodo de Dienteputo y lo interpreta, con más gracia que casi todos los demás Alberto Ferreiro.
Hasta el final la cosa no mejora, para nada. Otro robo con poco ritmo. Me quedo aquí.
¡Qué difícil es el arte! Al spoiler.