Propaganda política al estilo Hollywood, es decir, ramplona, rodada durante la II Guerra Mundial, en la que los nazis son malos malísimos (obvio) y los rusos buenos buenísimos (extraño) Porque sí, es cierto, los alemanes invadieron la URSS, pero lo que no se cuenta aquí es que lo hicieron tras pasarse por el forro el pacto ruso-germano, gracias al cual Hitler invadió Polonia, dando así inicio a la guerra.

La peli cuenta la historia de unos guerrilleros rusos que tienen un refugio montado en una madriguera bajo tierra, para no ser descubiertos por los nazis, pero se dedican a tocar el acordeón por las noches mientras cantan a voz en cuello, montando un jaleo que pa qué. Cuando hacen guardia nocturna, lo mismo salen en camiseta que descalzos (por si alguien lo olvidó, estamos en Rusia, un sitio frío) En un momento dado, un nazi intrépido y solitario descubre la madriguera y los rusos le reducen, pero de repente le sueltan y se ponen a discutir entre ellos y el nazi, muy educadito, en vez de defenderse e intentar huir, se queda sentadido, el hombre, esperando a que la discusión termine.

Pero da igual, los rusos son buenos, guapos y se enamoran, porque lo que importa en la peli es que hay dos tortolitos que se aman profundamente como nadie antes se amó, aunque se hayan conocido el día anterior, que de hecho, así es. Ellos se aman y se pasan toda la peli diciéndose sandeces cursilonas con las mejillas unidas y mirando al tendido, por turnos. Un coñazo.

Nos queda el consuelo de que Tourneur, tan curtido en la serie B, entra tanta pamplina, es capaz de realizar alguna que otra secuencia curiosa, entre explosiones y tanques de juguete. Casi que recomendaría a todo aquel o aquella que tenga curiosidad por esta peli, que se vea los últimos diez minutos y se olvide del resto, que es una idiotez.