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Voto de Ghibliano:
10
7.5
16,025
Animación. Fantástico. Aventuras
Una aeronave se desliza sobre un mar de nubes, en una noche de luna llena. Muska, un agente secreto del gobierno, acompaña a una chica llamada Sheeta a la fortaleza de Tedis. Repentinamente la nave es atacada por los piratas que, al igual que el gobierno, buscan el secreto de la piedra mágica de levitación que Sheeta lleva alrededor del cuello. La piedra es la llave que abrirá las puertas de La Fortaleza celeste, una isla flotante en ... [+]
19 de noviembre de 2009
38 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo de Miyazaki es increíble. Venía a esta película preparado para ver una obra consecuente con sus ideas, como de costumbre, pero floja en el aspecto narrativo. Algo así como un entretenimiento sin más. Los primeros veinte o veinticinco minutos no me estaban gustando demasiado. Creía de hecho que no podría seguir hasta el final las dos horas de metraje.
Un espejismo. Cuando la acción empieza, empieza de verdad. "El castillo en el cielo" es una de las películas más divertidas que me ha tocado ver, y de hecho la última hora, a un ritmo casi angustioso, deja clavado en el sillón sin posibilidad de apartar la mirada.
Y no es desde luego una película de aventuras para disfrutar y olvidar como tantas otras: tiene el mensaje ecologista y antibelicista de turno, y con una contundencia mucho mayor que la de la mayoría de las obras del autor. Han pasado 23 años por ésta y nada ha cambiado; su crítica sigue estando a la orden del día, tan de actualidad como siempre. La forma de llevarla a cabo no se ha hecho ilusa ni inocentona, y da la impresión de que nunca perderá su fuerza.
Y además esa animación, fiel reflejo de la asombrosa imaginación del autor. Las escenas aéreas son todo un homenaje a su pasión por la aeronáutica: objetos voladores de todos los colores y formas, persecuciones y disparos, escenas de vuelo a través de nubes y atravesando frentes... Y por no hablar de los paisajes y formas de la isla de Laputa, todo un ejercicio de originalidad y de éxtasis visual, que llega a su culminación en unas escenas de acción tan bien animadas que cuesta creerlo. Consiguen realmente trasladar la tensión en aumento de la trama al espectador, y lo hacen de una forma tan eficiente que absorbe su atención y durante casi toda la película no puede siquiera tomarse un respiro.
Un espejismo. Cuando la acción empieza, empieza de verdad. "El castillo en el cielo" es una de las películas más divertidas que me ha tocado ver, y de hecho la última hora, a un ritmo casi angustioso, deja clavado en el sillón sin posibilidad de apartar la mirada.
Y no es desde luego una película de aventuras para disfrutar y olvidar como tantas otras: tiene el mensaje ecologista y antibelicista de turno, y con una contundencia mucho mayor que la de la mayoría de las obras del autor. Han pasado 23 años por ésta y nada ha cambiado; su crítica sigue estando a la orden del día, tan de actualidad como siempre. La forma de llevarla a cabo no se ha hecho ilusa ni inocentona, y da la impresión de que nunca perderá su fuerza.
Y además esa animación, fiel reflejo de la asombrosa imaginación del autor. Las escenas aéreas son todo un homenaje a su pasión por la aeronáutica: objetos voladores de todos los colores y formas, persecuciones y disparos, escenas de vuelo a través de nubes y atravesando frentes... Y por no hablar de los paisajes y formas de la isla de Laputa, todo un ejercicio de originalidad y de éxtasis visual, que llega a su culminación en unas escenas de acción tan bien animadas que cuesta creerlo. Consiguen realmente trasladar la tensión en aumento de la trama al espectador, y lo hacen de una forma tan eficiente que absorbe su atención y durante casi toda la película no puede siquiera tomarse un respiro.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Otro apartado merecen los personajes. Así da gusto ver una película, viendo que no intentan forzar la evolución ni colar actitudes irreales y descaracterizadoras en ellos. Te crees el hecho de que los piratas acaben cogiendo cariño a los niños tanto como sus acciones despiadadas del principio. El resto de personajes muestra una riqueza de matices impresionante. Y, por supuesto, la pareja protagonista. Pazu como el héroe cabezota y carismático, Sheeta como el prototipo de heroína miyazakiana (enorme la escena en la que Mushka se carga sus trenzas con la pistola). Ambos constituyen uno de los dúos protagonistas más convincentes en este tipo de películas, y eso desde luego es decir mucho.
Y, por último, un apunte difícil de creer. Ésta es la primera (y tal vez la única) película de Miyazaki en su etapa Ghibli en la que podemos hablar de un claro antagonista. Mushka desde luego sorprende. Aunque el autor justifique su actitud en una obsesión ciega por alcanzar el poder que le hace ignorar las consecuencias de todo eso, y de hecho se dé a entender que, si encontrara una manera de conseguir su objetivo sin hacer daño a nadie, la perseguiría, sigue careciendo de cualquier escrúpulo a la hora de actuar. No le importa pasar por encima de quien sea, ni provocar una oleada de muerte y destrucción a su paso. Y el argumento no ofrece ninguna probabilidad de redención, es él o Laputa. Todo un malo por definición, que en el contexto del autor parece rarísimo y choca con su espíritu conciliador. Y esto último no ha de ser perjudicial en absoluto, menos cuando su descripción es tan convincente como aquí.
Y, por último, un apunte difícil de creer. Ésta es la primera (y tal vez la única) película de Miyazaki en su etapa Ghibli en la que podemos hablar de un claro antagonista. Mushka desde luego sorprende. Aunque el autor justifique su actitud en una obsesión ciega por alcanzar el poder que le hace ignorar las consecuencias de todo eso, y de hecho se dé a entender que, si encontrara una manera de conseguir su objetivo sin hacer daño a nadie, la perseguiría, sigue careciendo de cualquier escrúpulo a la hora de actuar. No le importa pasar por encima de quien sea, ni provocar una oleada de muerte y destrucción a su paso. Y el argumento no ofrece ninguna probabilidad de redención, es él o Laputa. Todo un malo por definición, que en el contexto del autor parece rarísimo y choca con su espíritu conciliador. Y esto último no ha de ser perjudicial en absoluto, menos cuando su descripción es tan convincente como aquí.