Cuando empecé a ver Sons of Anarchy hace unas semanas, le di una puntuación provisional de 7, valor justo para la calidad de los primeros capítulos. Tras haber entrado ya en faena durante la segunda temporada subí la nota a 8, y antes de haber pasado a la tercera ya le di un 9.

Con el perfecto cierre de la cuarta temporada estuve tentado a otorgarle un 10 (nota que solo he dado a dos series antes: Los Soprano y The Wire), pero me lo voy a reservar por ahora. En cualquier caso, no tengo ninguna duda de que es la mejor serie que hay actualmente en emisión, absolutamente imprescindible aunque no sepas distinguir una Harley de una Vespa.

Al final, las motos son solo una excusa para contar una historia que va mucho más allá: una enorme familia (con o sin lazos de sangre) donde cada miembro es único, con una personalidad perfectamente definida y con historias que se entrelazan de forma milimétrica. Nada queda en manos del azar a lo largo de cuatro temporadas in crescendo, que van ganando en emoción al tiempo que vamos amando u odiando a esta panda de gamberros. Ni un solo personaje nos dejará indiferentes.

Si no la estás viendo ya, por favor, empieza con ella.