Sobre todo si no tienes a quien te lo interprete de una forma mínima. Si lo complicado, unas buenas coreografías de pelea ya lo teníais, quedaba lo fácil, empujar la pelota a la portería vacía, no se necesitaba exceso de esfuerzo, bueno o igual sí; con el cine de acción buscamos divertirnos y eso se consigue con el ingenio, pero la verdad es que cualquier excusa que no de mucha vergüenza ajena nos vale para disfrutar del espectáculo de testosterona. Pero es que en este caso el motor de la película, la historia, no puede estar peor desarrollada. Hacia el final, se incide en exceso al pasado, al desencadenante del conflicto, lo cual unido a la manía del protagonista de conceder eternas segundas oportunidades a sus enemigos, hace que contemplar los combates sea menos impresionante, pues el contexto no es bueno. La película también es aburrida en los momentos en los que sale Iko Uwais y no está zurrando a nadie, en cambio el tipo que está doblado por Salvador Aldeguer anda sobrado de carisma, pero quizás esa impresión se vea alimentada a raíz del propio actor de doblaje, brillante como de costumbre. Pero la penosa trama hace que el filme se siga con cierta pesadez entre pelea y pelea, la pésima expresión de emociones por parte de Iwais se hace difícil de tragar.

Aunque las escenas de acción en su mayoría estén bien rodadas, hay algunas que presentan fallos o situaciones poco creíbles, sobre todo en escenarios de tiroteos cuya ejecución al menos no llega a ser pésima como ocurre en la mayor parte de las producciones de Serie B hoy día.

Las mejores secuencias: la del principio y la de la comisaría.