La Guerra Fría desde otro simpático punto de vista es lo que nos propone Walter Hill en este clásico de los ochenta. «Danko, calor rojo» no entra en líos políticos y deja las cosas, como dirían en términos ajedrecísticos, en unas amistosas tablas. «Somos agientes de policía», concluirá Danko. Lo demás, son las circunstancias.

Con todo, hay que decir que Ivan Danko es un agente de policía muy soviético. Vamos, que le gustan sus pistolas, su modo de vida, sus costumbres y hasta su política. Bueno, es a lo que está acostumbrado. Por desgracia, no se profundiza mucho en la disparidad de culturas, lo que podría haber aumentado las gracias de la peli, que también las tiene, y de forma muy natural. Arnold Schwarzenegger está genial, tan carismático y agradable como es habitual, en su papel de agente ruso que persigue por motivos mitad legales, mitad personales, al criminal Viktor Rosta, un prenda que es un peligro andante y que hay que detener enseguida. En Estados Unidos conocerá al sargento de policía Ridzik, un James Belushi de réplica y broma constante, con menos tirón que el Mister Olympia. El resto nos lo podemos imaginar.

La acción está bien pero a mi me ha parecido poca, o quizás es que he echado en falta más peleas cuerpo a cuerpo, como las del principio de Danko en la URSS. Por cierto que nunca me había parado a pensar en el esfuerzo y el trabajo que Schwarzenegger ha necesitado para lograr ese ancho cuerpo de puro músculo. Una maravilla. James Horner acompaña musicalmente, así que no hay queja posible.

Distraída, sencilla y refrescante, pese al calor del rojo.