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España España · Málaga
Voto de Kaori:
3
Aventuras. Drama. Bélico. Romance Año 1939. Lady Sarah Ashley (Nicole Kidman) es una aristócrata inglesa frívola y superficial. Un matrimonio sin amor y sin hijos le ha privado de todo lo que que no sea su cuadra de caballos. Convencida de que su marido le es infiel, Sarah viaja desde Londres hasta Darwin, en Australia, para enfrentarse con él. Su guía, Drover (Hugh Jackman), es un ganadero tan tosco como refinada es Sarah. La profunda antipatía que se profesan se ... [+]
18 de enero de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
... toparte con Hugh Jackman para que, encima, se enamore de ti perdidamente. Ante esa situación, cuánto lamenta Sarah su viudez, ¿eh?

Si es que lo mejor que se puede decir de «Australia» es que sale Jackman enseñando pecho y deleitándonos con su intensa y marmórea masculinidad. Su personaje no enamora porque tiene poco de caballero, pero a él es para mirarle, y mirarle, y no dejar de hacerlo. La escena de me-baño-echándome-un-cubo-de-agua-por-encima-a-cámara-lenta es idiota y nada sutil, pero su cuerpo apolíneo es lo más bello que aparece en toda la película. O el momento bajo la lluvia durante el baile, que es aún más idiota, y aún así impagable gracias a un Jackman imponente y elegante a un tiempo que parece sacado directamente de un spot publicitario. De un buen spot publicitario.

Más allá de Hugh, ¿qué hay? Poco, sinceramente. A la Kidman la encuentro espantosa; en exceso delirante en su interpretación y con su ya sabido rostro inhumano que a mi, lo confieso, me da grima ver. La fotografía retoca de manera incomprensible e imperdonable los paisajes australianos, no sé con qué propósito, ya que la verdadera hermosura es la naturaleza en estado puro, aunque al parecer Baz Luhrmann prefiere lo estridente y lo artificial. El guión fuerza casi todas las situaciones, la trama se alarga intentando ser épico y los personajes tienen los matices de una hoja en blanco. Nullah, el niño-sabio-mago-héroe-raza/civilización superior no logra nuestras simpatías, sobre todo porque en el fondo es un soberbio que vive en un mundo donde a las madres se las llora un minuto y donde puede ponerse a tiro de bala porque «es invisible». Anda, niño, canta y no pares.

Aun con todo, las tres horas de metraje entretienen mal que bien, aunque sólo sea a costa de tomártelo todo sin una pizca de seriedad y sí como el capricho grandilocuente, vacío, anti dramático y por momentos hortera de un director que tiende a lo superfluo. Y es que una Judy Garland en blanco y negro cantando el «Over The Rainbow» contiene más fibra artística que «Australia» y todos sus millones de dólares. Aprended, señores, aprended.
Kaori
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