Sin haber visto la primera parte, me puse la otra noche a ver esta segunda entrega de «Una noche en el museo». Lo bueno de esto es que no puedo comparar, porque ya sabemos todos que las comparaciones son odiosas.

Primero tengo que decir que Ben Stiller no me ha gustado nada de nada. Me ha parecido horrible toda su interpretación, en la que se le veía sin ganas, sin fuelle. A lo mejor es que el hombre actúa así, no lo sé, porque ahora que recuerdo no he tenido el gusto de ver ninguna de sus otras películas. Además, su historia con Amelia Earhart es tan, pero tan rocambolesca (y mira que hay cosas rocambolescas...) que más que otra cosa, despierta pena.

Por fortuna, Larry Daley es lo de menos. Nada de lo que hace o dice produce gracia, pero ahí están «los malos» para salvar una película que se precipitaba a la catástrofe. Ese villano de nombre Kahmunrah, con un acertadísimo ceceo, aires de grandeza e ideas más o menos brillantes, consigue la carcajada y captar el interés del espectador, siempre en compañía de unos secuaces que sirven más bien de poco. En realidad son ellos los más entretenidos, porque el grupito de «buenos» es soso hasta decir basta.

Bueno, y ya lo de los otros dos villanos que se quieren unir al dominio del mundo... Esa escena no tiene precio y merece el cuatro en sí misma. Una tontería como otra cualquiera que sin embargo te hace reír por lo absurdo y lo extrañamente real que es todo. Buenísima.

Por lo demás, historia flojilla que cuando intenta hacer gracia y no lo hace, resulta ridícula. Muy ridícula. Destellos de humor a parte, bastante regular y, aunque en algún momento resulta algo pesada, en general sirve para pasar el rato.