16 de marzo de 2011
20 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mann dirigió estupendos e inolvidables western teniendo, en la mayoría de ellos, a James Stewart como figura principal. En "La puerta del diablo" cede el protagonismo a Robert Taylor, al que caracteriza como indio, y, realiza una defensa acérrima y valiente acerca de los derechos de los indios, a los que no sólo les estaban quitando sus tierras sino que encima les confinaban a vivir en inmundas reservas. Y Mann tiene su mérito, pues en el cine de aquellos años ya se sabe, los vaqueros eran los buenos y los indios los malos.
La película cuenta el regreso a sus tierras de un indio que acaba de luchar en la guerra entre el Norte y el Sur, y, que, además de ganarla, ha sido condecorado con una de sus máximas distinciones por su audacia y valor. Nada de esto le servirá porque el Gobierno no le considera ciudadano de primera clase y pretenderá quitarle de mala manera su rancho y sus tierras.
Estamos ante una notable película seca y dura. Mann no admite concesiones y mantiene un tono sombrío durante toda la historia. Ese tono está por encima de los personajes. Se impone a ellos. Taylor, en su papel del indio Lens, no tiene tiempo para el descanso, para la felicidad o el sosiego. Regresa de un terrible conflicto y se ve envuelto en otro. Pero durante toda la historia demuestra que es un Hombre, alguien lleno de dignidad, honor y orgullo. Se enfrenta a sus enemigos con dignidad y valentía. Se nota que está acostumbrado.
En el otro lado se sitúa Collen (Louis Calhern). Éste sólo está acostumbrado a la cobardía. Siempre tiene a alguien a su lado, siempre encrespando a las masas, lanzándolas a la pelea mientras él se esconde como una rata. Es el paradigma del bocazas y del intrigante. Un despreciable racista que no se atreve a ir solo ni a la panadería de la esquina.
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