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Voto de Anibal Ricci:
6
Drama Adaptación de una novela de Don DeLillo. Con el capitalismo a punto de extinguirse, los disturbios se extienden por Nueva York. El joven multimillonario Eric Packer se dirige en su limusina a cortarse el pelo en su peluquería favorita. Eric descubre que alguien quiere asesinarle a la vez que el caos se apodera de su imperio. (FILMAFFINITY)
25 de junio de 2013
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El estadounidense David Lynch y el canadiense David Cronenberg son directores que han construido una filmografía de autor que los diferencia claramente del canon hollywoodense. Ambos le dan una importancia primigenia a las emociones humanas, pero las representan en forma diferente. Mientras Lynch siente predilección por el mundo onírico, en cierto sentido despojado de sensualidad, Cronenberg en cambio es un cineasta más psicológico, donde el aspecto sexual y en general todo lo relativo al cuerpo se muestra indivisible de la psique.

“Cosmopolis” es un nuevo intento de Cronenberg de proyectar el cuerpo humano en la carrocería de un automóvil. Su primera aproximación fue con “Crash” (1996), película que se extiende innecesariamente al insistir en que los golpes y heridas humanas sólo se pueden interpretar desde el ámbito sexual. Posee una atmósfera inquietante que nos muestra imágenes de corrupción sexual a través de la deformación física de las máquinas, dando a entender que estas últimas están hechas de frío metal, simbología de una suerte de falta de coherencia del comportamiento humano que se deja llevar por las emociones.

La tesis de “Cosmopolis” (2012) es tan interesante como la desplegada en “Crash”, salvo que esta vez, a David Cronenberg se le ha pasado la mano con la paciencia del espectador. La carga de significación de los largos monólogos de los distintos personajes que entrevista Eric Packer a bordo de su limusina blanca (ambos son un protagonista indivisible) es demasiado apabullante. Requeriría de una mayor agilidad en las imágenes, en vez de que el multimillonario de Wall Street contemple el mundo exterior con una lejanía y falta de humanidad pasmosas, cómodamente sentado accionando dígitos en el apoya brazo del asiento de su limusina. Se trata de una crítica despiadada al mundo de los especuladores financieros, a los que el director denomina “ratas”, pero se echa de menos la entretención de otras cintas que abordan la temática de los mercados bursátiles.

Un ejemplo de esto último es “Margin Call” (2011) de J.C. Chandor. El Precio de la Codicia (título para Latinoamérica) es brillante al tratar el tema de las decisiones de corto plazo donde unas pocas personas inmensamente ricas toman decisiones a costa de una gran mayoría de gente más pobre, decisiones tomadas para hacer pésimos negocios en términos del largo plazo de las economías globales. En esta película, el personaje John Tuld (Jeremy Irons) es un oportunista sin escrúpulos que en todo momento está consciente del resultado de sus acciones. En cambio, en los últimos 10 minutos de “Cosmópolis”, Benno Levin (un secundario interesante) le dice a Eric Packer que “su entera vida consciente es una contradicción”.

Cronenberg muestra el sin sentido de esta modernidad en donde no sabes lo que pasa debido justamente al exceso de información. El propio Eric Packer confiesa que “el ruido me da energía” en alusión al caos de eventos sin sentido: amenazas terroristas, suicidios, tecnología impredecible, bolsas de comercio que suben y bajan, y violencia anarquista en las calles.

“Cosmopolis” es una película demasiado ambiciosa. Incluso cita a Nietzsche cuando su protagonista dice ¿libre para qué? y la respuesta tampoco tiene sentido: “para quebrar y caer”, en alusión a las empresas y los mercados, y en cierto modo, referido a la vida sin objetivos reales que estamos enfrentando en las últimas décadas.
Anibal Ricci
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