Realismo áspero, rapaz, nutriente.
La España de los sesenta queda atravesada en el alma magullada de Eleuterio; merchero ladrón pero honrado a carta cabal.
Una suma de penalidades y destrozos. Un pobre hombre martirizado sin piedad por un sistema bruto y cruel, insensible y feroz; representado, especialmente, a través de unos guardias civiles chulos y cerriles.
Entre tanto golpe y desvarío, solo la Chelo, magnífica Victoria Abril, le da consuelo, escasamente, debido al trajín infernal que las fuerzas vivas le destinan o deparan al valeroso bandido.
Contada con pulso firme, sin florituras ni adornos, se mueve como un escalpelo inclemente que rasga rudamente, de forma primaria y brutal, toda una época en las carnes prietas y adoloridas de un personaje que es ya todo un símbolo. Bastante bien.
Imanol acierta, contenido y espantado, y el resultado es, más o menos, lo suficiente, veraz y entretenido. Cine a troche y moche; a primera sangre, muchos huesos y algunas chabolas.