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Rusia Rusia · Stalingrado
Voto de Ferdydurke:
2
Drama. Comedia Leo Macías es una escritora de novela rosa que se oculta tras el seudónimo de Amanda Gris. Obligada por contrato a entregar tres novelas al año, lleva meses incumpliéndolo; en vez de novela rosa le sale negra. Su marido, que es militar, está participando en una misión de paz en Bosnia, pero antes de su partida, la pareja vivía una de sus peores crisis. El aplazamiento de la solución a sus problemas matrimoniales provoca en Leo una ... [+]
21 de marzo de 2016
10 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como vaca sin cencerro o como perro apaleado, mulo de carga o asno martirizado, así estoy yo tras padecer este popurrí traicionero e infumable; bodrio hinchado y soporífero.
Al principio uno se hace ciertas ilusiones, parece algo así como un estudio, juego o representación del melodramón descastado de toda la vida; un artefacto diabólico en el que se desdibujan las líneas que separan la realidad ("habría que prohibirla", dice un personaje ante la fealdad de los hechos en crudo, al desnudo, sin su feliz recreación) de la ficción ("mentira, impostura", se queja Leo, esto es la pura verdad en esta ocasión), un gozo lleno de ironía y cachondeo (la escena, por ejemplo, de los botines y el chaparrón), un experimento posmoderno que pretende deleitarnos deconstruyendo códigos añejos, y en buena medida ridículos, e inventando nuevas posibilidades más lúdicas y libres, más ingeniosas y bien humoradas.
El espejismo dura poco, nada, falsas esperanzas, inocentes ilusiones, lo que tarda un cutre tuit, uno más, en turbar la paz de un ser honorable, polvo en el viento, el arrullo de las cigarras en la noche; es oír la voz de Arias, Paaaaaco al teléfono, y caérsenos el alma al suelo como fardo, sin gracia ni elegancia, pesadamente. Ni broma ni reinterpretación ni na; un pestiño de cuerpo entero que se toma en serio a sí mismo y no para de producir asombro y momentos de vergüenza ajena. No es solo Paco (Arias como delirante, y muy grotesco, militar de las fuerzas internacionales de la OTAN, ahí es na), sino que además hay que sumarle al Echanove, imposible ser más Juan Lanas, cargante y ridículo, y al, tras zapateado que te parto por la mitad, Cortés valiente (¡socooorrooo!).
Y qué diálogos y qué vestidos y qué protagonista, Dios mío, una fabulosa (a pesar de todo, de ese guion) Paredes perpetrando a una pelma con la capacidad de comprensión y discernimiento emocional de uno de esos esquinjed que andan dando la murga por el barrio de la buena de Chus Lampreave que, por cierto, su ciega y la cara de ladilla nos regalan los únicos momentos aprovechables y divertidos de este calvario trankimazinesco, sus dos o tres charlas te salvan del coma y evitan que te quemes a lo bonzo. El resto no lo firmaría ni la susodicha Amanda Gris, sin duda mucho más talentosa y digna escritora que el jefe de todo esto (¿por qué, señor?).
En la lista de agravios y penalidades también habría que señalar esa maldita costumbre que consiste en tener que explicarlo todo otra vez, después de ya muy sucedido; esas conversaciones en las que los personajes aclaran al espectador los meandros de la trama son de una tosquedad y falta de habilidad que no se las perdonaríamos ni a un periodista deportivo. Lo mismo que esa obsesión por meter citas que nada aportan o por hacer rebuscados planos que de tan obvios y pedantes y cursis, venga con los espejos y las simbologías metafóricas, te arrumban, aplanan y hunden en la nadería más afectada y hueca.
En fin, que muy mala, por mucho que se nos quiera aturdir o dejarnos espatarrados ante tanta autoría, la banda sonora, la cháchara y esos rojos, verdes y demás colorines tan bien conjuntados y arrebatadores.
Ferdydurke
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