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Voto de Ferdydurke:
6
6.8
519
Drama
En un valle perdido entre las montañas, viven los Tolliver y los Falin, dos familias enemistadas que mantienen durante generaciones una guerra abierta e incesante. Se trata de un odio atávico, heredado, sin que ninguna de las partes conozca ni remotamente el oscuro motivo que originó la sangrienta confrontación. (FILMAFFINITY)
23 de noviembre de 2016
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Civilización o barbarie. Progreso o tradición. Violencia o libros. Las ideas contrapuestas están la mar de claras.
Llegaba una nueva era, el ferrocarril, la explotación minera y el dinero fácil. Y con ella, la educación, los libros y las leyes.
Dos familias montañosas y montaraces que viven eternamente enfrentadas, un Puerto Hurraco norteamericano y enroscado.
La bella Sidney pretendida por dos galanes de postín, los jóvenes y atractivos MacMurray y Fonda. Fierecilla salvaje e indomable que se guía por sus arrebatos pero que sabe latín y arameo.
El chavalín pizpireto, la madre sufridora (ay, esa interesante y ambigua relación con su sobrino) y el padre pundonoroso, bueno pero cerril.
Llega el extranjero y lo cambia todo, es el portador de lo nuevo, su símbolo, metahumano, perfecto, listo, culto, valiente, generoso, amoroso, no le falta de nada y lo regala si hace falta.
Una película arcaica y hermosa. Con fuerza y elegancia nos cuenta mil aventuras aderezadas con robustas ideas. La mirada es piadosa y claramente a favor de los vientos renovadores. Tiene gracia y hondura, aunque no puede evitar caer en varias trampas gruesas como una roca y ciertos giros de guion, sobre todo al final*, un poco espeluznantes e inverosímiles.
Un color poderoso, muy meritorio teniendo en cuenta la prematura época a ese respecto, y una banda sonora atronadora redondean esta simpática y terrible ficción que nos viene del pozo de los tiempos y que cae como un maná, lluvia fiera en tierra árida, en mi cerebro derretido por tanta inmediatez absurda.
Llegaba una nueva era, el ferrocarril, la explotación minera y el dinero fácil. Y con ella, la educación, los libros y las leyes.
Dos familias montañosas y montaraces que viven eternamente enfrentadas, un Puerto Hurraco norteamericano y enroscado.
La bella Sidney pretendida por dos galanes de postín, los jóvenes y atractivos MacMurray y Fonda. Fierecilla salvaje e indomable que se guía por sus arrebatos pero que sabe latín y arameo.
El chavalín pizpireto, la madre sufridora (ay, esa interesante y ambigua relación con su sobrino) y el padre pundonoroso, bueno pero cerril.
Llega el extranjero y lo cambia todo, es el portador de lo nuevo, su símbolo, metahumano, perfecto, listo, culto, valiente, generoso, amoroso, no le falta de nada y lo regala si hace falta.
Una película arcaica y hermosa. Con fuerza y elegancia nos cuenta mil aventuras aderezadas con robustas ideas. La mirada es piadosa y claramente a favor de los vientos renovadores. Tiene gracia y hondura, aunque no puede evitar caer en varias trampas gruesas como una roca y ciertos giros de guion, sobre todo al final*, un poco espeluznantes e inverosímiles.
Un color poderoso, muy meritorio teniendo en cuenta la prematura época a ese respecto, y una banda sonora atronadora redondean esta simpática y terrible ficción que nos viene del pozo de los tiempos y que cae como un maná, lluvia fiera en tierra árida, en mi cerebro derretido por tanta inmediatez absurda.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Nota macabra y morbosa: esta, sí, es una de esas obras en las que ya no queda nadie en pie, murió hasta el apuntador, el pobre. Película de ultratumba, por tanto, fantasmal. Necrofilia cinéfila. Un arte, este que aquí disfrutamos con tanta soberana pasión, el audiovisual, que ya se va haciendo poco a poco mayor.
¿Y Spanky? También, sí, el niño ya cayó en combate a sus escasos sesenta y cinco, no somos nada. Descansen todos en paz todos.
* En el final se les va la mano, acumula mucho muerto y desparrame. Por momentos, ese desgarro de la Sidney por ejemplo, es emocionante, épico y triste, pero fuerzan demasiado la máquina. Menos mal que acaba en el punto justo. Ahí. Exactamente.
¿Y Spanky? También, sí, el niño ya cayó en combate a sus escasos sesenta y cinco, no somos nada. Descansen todos en paz todos.
* En el final se les va la mano, acumula mucho muerto y desparrame. Por momentos, ese desgarro de la Sidney por ejemplo, es emocionante, épico y triste, pero fuerzan demasiado la máquina. Menos mal que acaba en el punto justo. Ahí. Exactamente.