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Voto de Ferdydurke:
4
6.6
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Western
En California, en la época de la fiebre del oro, tres pistoleros asesinan a los padres del joven Max Sand. El muchacho, cegado por el odio y la sed de venganza, emprende la búsqueda de los asesinos y se convierte en un pistolero solitario que se hace llamar Nevada Smith. Western basado en la novela "The Carpetbaggers", de Harold Robbins. (FILMAFFINITY)
27 de julio de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tres místicos. No Tres padrinos.
Django, El conde de Montecristo, Pigmalión.
Papillón. Muerte en los pantanos.
Todo lo bien que comienza, unos treinta minutos buenos, bien escritos y rodados, las peroratas lecciones del maestro son brillantes, pragmatismo sabiduría en vena, secos y bellos (hasta hay una casa ardiendo sacrificio), se va al garete, al traste o a la mierda según transcurre en un in crescendo narrativo a cada momento más preñado de errores de bulto, inverosimilitudes abismales y disparates importantes que llegados a un punto dices basta, ya más no puedo, que hagan conmigo lo que quieran, no quiero seguir jugando a esto, es imposible continuar luchando a brazo partido con los elementos contra esta obra tan de broma, yo me rindo, me bajo en la próxima, auxilio, socorro, yo no he sido, yo no vine a esto, no estaba preparado para esta deriva, desvío (del paraíso), desatino, semejante giro al simpático infierno engendro tierno.
Es como una novela río comprimida en apenas dos horas de feliz tormento en la que cada aspecto compartimento de la trama casi merecería requeriría un capítulo aparte, cada venganza/búsqueda, cada muerte o sometimiento, desastre o desajuste desbarajuste, cada mujer o esperpento, indio o advenedizo, tanto tiro, paliza, golpiza, desierto, montaña, cuchufleta, cabalgada, remojón y tentetieso.
Kennedy, Malden, Landau, MacQueen, suma y sigue para apenas nada más que aventuras a lo que salga, barullo, encontronazos encontadizos en sucesión inopinada, con el viril Vallone de cura y la guapa Pleshette de cándida eréndida.
Django, El conde de Montecristo, Pigmalión.
Papillón. Muerte en los pantanos.
Todo lo bien que comienza, unos treinta minutos buenos, bien escritos y rodados, las peroratas lecciones del maestro son brillantes, pragmatismo sabiduría en vena, secos y bellos (hasta hay una casa ardiendo sacrificio), se va al garete, al traste o a la mierda según transcurre en un in crescendo narrativo a cada momento más preñado de errores de bulto, inverosimilitudes abismales y disparates importantes que llegados a un punto dices basta, ya más no puedo, que hagan conmigo lo que quieran, no quiero seguir jugando a esto, es imposible continuar luchando a brazo partido con los elementos contra esta obra tan de broma, yo me rindo, me bajo en la próxima, auxilio, socorro, yo no he sido, yo no vine a esto, no estaba preparado para esta deriva, desvío (del paraíso), desatino, semejante giro al simpático infierno engendro tierno.
Es como una novela río comprimida en apenas dos horas de feliz tormento en la que cada aspecto compartimento de la trama casi merecería requeriría un capítulo aparte, cada venganza/búsqueda, cada muerte o sometimiento, desastre o desajuste desbarajuste, cada mujer o esperpento, indio o advenedizo, tanto tiro, paliza, golpiza, desierto, montaña, cuchufleta, cabalgada, remojón y tentetieso.
Kennedy, Malden, Landau, MacQueen, suma y sigue para apenas nada más que aventuras a lo que salga, barullo, encontronazos encontadizos en sucesión inopinada, con el viril Vallone de cura y la guapa Pleshette de cándida eréndida.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El final tiene su guasa primaria desesperada, como de Leone o peckinpah, mátame, cobarde (diles que me maten, diantres cojones), pues no, ahora ya no me da la gana, no se me apetece, no lo mereces, morir a manos del ángel exterminador es un lujo que no te puedes permitir, muy caro te sale, no está a tu alcance, hermano, la venganza es la nada sartriana cotidiana, pringado.
Le rompen la madre una silla en los morros y ni una brizna de sangre, atrezzo, continúen, estrangula a un (al fin y al cabo) medio buen tipo (teniendo en cuenta las abyectas circunstancias que le rodean en las que chapotea, el contexto o medio hace a la persona, no le podemos pedir milagros a ese menda lerenda, fulano de medio pelo) hasta más allá y el hartazgo, tiene un límite todo, y al siguiente plano vivito y coleando que le vemos aquí no ha pasado nada tan campante, sabe Karl que el asesino de sus colegas ha venido a matarle y no hace ni el huevo para evitarlo a todo ese respecto siniestro Malden, juego, en fin, el reguero de barbaridades o inexactitudes si nos ponemos finos es como la lista de la compra de un en marbella jeque árabe, de herejías, licencias y enormidades como los recibos del psiquiatra de Tyson o Woody Allen, el que viste y calza, sin parangón ni punto de comparación, igual que esa pistola mojada que dispara dale que dale, no pares, sigue sigue.
Le rompen la madre una silla en los morros y ni una brizna de sangre, atrezzo, continúen, estrangula a un (al fin y al cabo) medio buen tipo (teniendo en cuenta las abyectas circunstancias que le rodean en las que chapotea, el contexto o medio hace a la persona, no le podemos pedir milagros a ese menda lerenda, fulano de medio pelo) hasta más allá y el hartazgo, tiene un límite todo, y al siguiente plano vivito y coleando que le vemos aquí no ha pasado nada tan campante, sabe Karl que el asesino de sus colegas ha venido a matarle y no hace ni el huevo para evitarlo a todo ese respecto siniestro Malden, juego, en fin, el reguero de barbaridades o inexactitudes si nos ponemos finos es como la lista de la compra de un en marbella jeque árabe, de herejías, licencias y enormidades como los recibos del psiquiatra de Tyson o Woody Allen, el que viste y calza, sin parangón ni punto de comparación, igual que esa pistola mojada que dispara dale que dale, no pares, sigue sigue.