La pereza del enamorado cobarde. Desdichas de futuros que no pasarán. La carencia como forma de vida. El estigma del perezoso. Corrientes que desembocan en agradable porvenir. Terquedad a contracorriente, luchando contra los regalos que ningún cuerdo osaría desestimar.

Culturas que se miran a los ojos, enfrentan sus pasiones y lloran por amor. Unos se esconden y otros desisten. Ambos enjaulados. Engarrotados por el confort de no exigirse o por la opresión de la desdicha.

Mikhalkov vuelve a dejar su depresiva premisa del tiempo perdido. Las agallas por la vida y las frustraciones de pareja. La indiferencia por un futuro sin la llama que ardía tiempo atrás. Montañas que permanecen en el mismo sitio porque nadie las movió.

En la vida puede uno hacer su camino, pero también puede dejarse llevar por la pendiente. El problema de esto último es que su dirección siempre será cuesta abajo.