Viene al pelo aquella frase del Cantar de Mio Cid: "Qué buen vasallo si tuviese buen señor"- Porque en el cine español cada día hay más y mejores vasallos (lease directores) que si tuvieran una industria y una política cultural y cinematográfica medianamente decente nos daría muchas alegrias con sus conquistas incruentas. Lino Escalera ha tardado cuatro años y muchas penurias para poder estrenar una película de la que según sus propias palabras económicamente no puede esperar nada. Y desgraciadamente si "triunfa" y es reconocida que por supuesto lo merece servirá para hacer otras películas menos arriesgadas, con mayor producción que le permitan una libertad económica para algún día volver a hacer joyas como esta. "Cuan largo me lo fiais" que dirian en el Tenorio.  

Mientras tanto y en espera de la lotería de los Goya no queda sino disfrutar con esta familia llena de espectros ibsenianos que pululan en dos hermanas enfrentadas a un hecho tan cotidiano y por el que pasaremos todos como la muerte de un padre. Dos actrices y un actor en estado de gracia que nos conmueven en su sinceridad existencial con una puesta en escena que hace de la necesidad virtud y se centra en la verdad de unos sentimientos tan tremendos como respetuosos con el dolor y el reflejo de uno mismo ante la ausencia del otro.
Cada una de las hermanas se ve repetida a si misma en ese padre que se va y su reflejo les hace ubicarse en el tiempo y hacer balance personal. Cada una como en su propias decisiones anteriores lo afrontará de manera diferente y acabaran encontrandose en sus propios desencuentros. El humor de lo cotidiano como se ha escrito hace que la sonrisa acompañe al dolor de manera natural e imprescindible. Al destilado guión acompaña notablement la música de Pablo Trujillo. Escalera nos hace complices a través de su cámara.

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