En mi modesto entender, la ancestral discriminación de la mujer que se hunde en la noche de los tiempos, salvo quizás alguna cultura marginal matriarcal, es una cuestión simple y llanamente de poder. El macho dotado generalmente de más fuerza física que la hembra se impone a esta y la esclaviza para su propio beneficio. Y con el paso de los tiempos dicha esclavización se irá consolidando y refinando con la inestimable colaboración de las religiones que siempre han contribuido a justificar el poder de sojuzgar al otro por la gracia de los dioses de turno. Dicha esclavización digamos básica se extrapolará y ampliará a conseguir la supremacía de pueblos contra otros pueblos y será la base de la forja de imperios.

Y aquí estamos en pleno siglo XXI donde a pesar de los avances sociales las mujeres que constituyen la mitad de la población lo siguen teniendo muy, muy crudo. Iniciativas como este film de la directora Barbar Miller lo ponen de manifiesto. En él cinco mujeres de diversas nacionalidades ponen el foco de dicha esclavitud e en la reivindicación de ser dueñas de su propio cuerpo. Un cuerpo femenino por el cual y sobre el cual el hombre ejerce control, uso y abuso que acaba por calar en la propia concepción de las mujeres de si mismas. Temas como la ablación son puntas extremas y abominables de un iceberg global que esconde a veces incluso sin pudor la esclavización que venimos mencionando. Hombres y mujeres deben seguir luchando juntos por erradicar esta lacra. Parafraseando a los Beatles el camino se antoja aún largo y tortuoso. 

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