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Aventuras. Drama
Harvey Cheyne (Freddie Bartholomew) es un caprichoso y malcriado niño rico que está haciendo un crucero con su padre. Inesperadamente, cae por la borda del yate y es rescatado por un barco de pesca al mando de un intrépido capitán (Lionel Barrymore). El pesquero tiene que acabar la larga campaña de pesca antes de llevar al chico a tierra firme. Harvey, al principio a regañadientes, conseguirá adaptarse a la dura vida en alta mar gracias ... [+]
10 de julio de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fleming ya había dejado su impronta tres años atrás con la literatura juvenil también con barcos y relaciones humanas entre niños y adultos con su adaptación de "La isla del Tesoro" de Stevenson. En aquel caso la pareja entre Jackie Cooper y Wallace Berry también sería inolvidable.
Repite aquí con la novela del nobel Rudyard Kipling de 1896. El resultado es un éxito memorable en muchos aspectos que se llevó 4 nominaciones y el primer Oscar para Spencer Tracy. El segundo se lo llevaría al año siguiente con otra película con chicos descarriados: "Forja de hombres".
A Fleming y a la Metro no le duelen prendas en modificar lo que haga falta del texto original para aprovechar la parte más melodramática del asunto y el tirón comercial de ese niño prodigio que en ese momento estaba en la cresta de la ola de su carrera y que no tuvo continuidad cuando se hizo mayor: Freddie Bartholomew. Su rostro angelical y sus sobresalientes dotes actorales lo convierten por derecho propio en la cabecera del cartel, por encima de nombres propios como Barrymore, Carradine o el propio Tracy. El problema es que la fábula moralista de Kipling hacía todo más creíble con los 16 años de su protagonista y no con los 10 del de la cinta. Eso hace que algunas situaciones y diálogos chirrien, amén de cargarse el personaje del otro chaval encarnado por Rooney, antítesis del niño malcriado y que la tripleta guionista desprecia. Quizás el propio Rooney hubiera estado más cercano al Harvey Cheine de Kipling. Por otro lado y siguiendo a contracorriente de los panegíricos habituales hacia la película, la actuación de Tracy a pesar de ser cien por cien efectiva en relación con el chaval, no deja de estar impostada, pasado de maquillaje y en algunas escenas como en el enfrentamiento con el gran Jonh Carradine, un pelín forzada. El propio Bartholomew y por supuesto Barrymore están más acertados.
Y dicho esto, nada importa, porque Fleming hace cine clásico y nos entretiene, nos divierte y nos emociona hasta la lagrima de pañuelo y moco. Aún le sobra metraje para hacer protagonista durante bastantes minutos a la goleta, al mar, a los pescadores de Gloucestersu, su oficio y la persecución de bancos de bacalao. Equilibrarlo todo no está en manos de cualquiera. Por eso es un clásico inolvidable.
Repite aquí con la novela del nobel Rudyard Kipling de 1896. El resultado es un éxito memorable en muchos aspectos que se llevó 4 nominaciones y el primer Oscar para Spencer Tracy. El segundo se lo llevaría al año siguiente con otra película con chicos descarriados: "Forja de hombres".
A Fleming y a la Metro no le duelen prendas en modificar lo que haga falta del texto original para aprovechar la parte más melodramática del asunto y el tirón comercial de ese niño prodigio que en ese momento estaba en la cresta de la ola de su carrera y que no tuvo continuidad cuando se hizo mayor: Freddie Bartholomew. Su rostro angelical y sus sobresalientes dotes actorales lo convierten por derecho propio en la cabecera del cartel, por encima de nombres propios como Barrymore, Carradine o el propio Tracy. El problema es que la fábula moralista de Kipling hacía todo más creíble con los 16 años de su protagonista y no con los 10 del de la cinta. Eso hace que algunas situaciones y diálogos chirrien, amén de cargarse el personaje del otro chaval encarnado por Rooney, antítesis del niño malcriado y que la tripleta guionista desprecia. Quizás el propio Rooney hubiera estado más cercano al Harvey Cheine de Kipling. Por otro lado y siguiendo a contracorriente de los panegíricos habituales hacia la película, la actuación de Tracy a pesar de ser cien por cien efectiva en relación con el chaval, no deja de estar impostada, pasado de maquillaje y en algunas escenas como en el enfrentamiento con el gran Jonh Carradine, un pelín forzada. El propio Bartholomew y por supuesto Barrymore están más acertados.
Y dicho esto, nada importa, porque Fleming hace cine clásico y nos entretiene, nos divierte y nos emociona hasta la lagrima de pañuelo y moco. Aún le sobra metraje para hacer protagonista durante bastantes minutos a la goleta, al mar, a los pescadores de Gloucestersu, su oficio y la persecución de bancos de bacalao. Equilibrarlo todo no está en manos de cualquiera. Por eso es un clásico inolvidable.