Parece que el tandem Cruise – Liman funciona, como ya lo hiciera en su primera colaboración en “Al filo del mañana” (2004). El director sabe manejarse con presupuestos elevados sacándole el jugo a los dólares invertidos en ambos productos superficiales pero muy entretenidos y variopintos. Probablemente su mejor trabajo desde “El caso Bourne” (2002). Por otro lado consigue que Tom recuerde que no es mal actor y se digne a emular en algunas escenas tiempos pretéritos.

“El gordo” Barry Seal (1939-86) ya hubiera querido el tipito de Cruise, pero al menos su agitada vida como mercenario de la CIA y traficante da para un biopic con un montaje trepidante donde a la hora ya han pasado tantas cosas que parece increíble que todavía puedan pasar más en la siguiente. Seal fue reclutado por su dotes como piloto de aviación ya desde muy joven y aunque el personaje es el centro con un Cruise tan carismático como siempre Liman lo presenta como una marioneta que siempre fue de acá para allá en manos de otros que le hicieron rico hasta que el viento cambió y se le acabó la suerte. No se profundiza en el personaje y la cosa es una sátira sobre los tejes y manejes de unos y otros en el norte y sur de una América que vivió unas décadas convulsas donde la guerra fría dió muchas excusas para que unos y otros se enriquecieran y otros muchos lo pagaran con sus vidas. “American made” título original refleja y sugiere mucho más que el desafortunado y anodino “Barry Seal: el traficante”.
Un personaje que encarna Cruise en tono casi de comedia sobre un telón de fondo disparatado donde a poco que rasquemos surgirá el auténtico drama.

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