Los "Jóvenes Titanes" surgieron allá por el 64 de la mano de Bob Haney y los lápices de Bruno Premiani para DC Cómics. Una especie de "Liga de la Justicia" juvenil cuyos miembros procedían de "acompañantes" o estaban relacionados con los pesos pesados (Batman, Superman, Flash...). En más de medio siglo lógicamente han sufrido mil y una modificaciones tanto en sus componentes como en los equipos creativos. Han desaparecido y vuelto a aparecer y tuvieron su serie televisiva animada del 2003 al 2006. Y rizando el rizo otra serie que parodiaba a la del 2003 donde se imponía el estilo anime "chibi" (rasgos exagerados con apariencia de niños) cuya finalidad principal es el humor, sobre todo negro y ácido. El éxito la mantiene en antena desde el 2013 y esta que nos ocupa es su adaptación a la pantalla grande.

En la dicotomía superhéroica que inunda la industria del celuloide entre DC y MARVEL, la segunda va a mucha distancia por delante. Así que bienvenido este tanto que se apunta DC con estos "enanos cabezones" cuya mayor virtud es reírse de todo y de todos, empezando por ellos mismos, el género e incluso la fiebre del oro que los superpoderosos han desatado en la pantalla. Hoy día si no sales en la peli por muchos superpoderes que tengas no eres nadie.

La cosa tiene ritmo, es divertida y rezuma coña y mala baba sin olvidarse de la moraleja final sobre la amistad como el mejor de los poderes. Que más se puede pedir.

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