No hay dos sin tres. La formula LEGO sigue funcionando a base de la espectacularidad de la recreación del mundo fantástico a través de las piezas de construcción y unos guiones parodicos, llenos de referencias con un humor absurdo y gamberro que en mayor o menor medida sigue dando buenos frutos, tanto en la pantalla familiar como en la mercadotecnia que genera.
Ahora le ha tocado el turno al mundo Ninja y los mega-robots, tema este último muy apropiado para el ensamblaje de piezas marca de la casa. Otra tripleta de directores toma el relevo y se encarga de mantener el tono en una historia para todos los públicos en el que la acción trepidante tiene su contrapunto con los valores de amistad, familia y reconocimiento del propio yo como motor principal vital. Entretenimiento y mensaje para todos bajo un envoltorio de diálogos irreverentes, ágiles y divertidos. Es cierto que la formula ya no nos pilla por sorpresa y que puede dar síntomas de agotamiento si la cosa no cambia en el futuro, pero de momento es perfectamente disfrutable.

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