Biutiful se merece que solo se hable de ella. Da igual si es o no la mejor película de Iñárritu o si este era mejor cuando estaba asociado con Arriaga.
Biutiful es la cara B de un disco que lleva miles de años sonando y de puro rayado ya ni le prestamos atención, la cara B de una Barcelona magistralmente fotografiada que se constituye en un paradigma de cualquier ciudad del mundo "civilizado", "allá donde se cruzan los caminos, allá donde se refugia el fugitivo" que diría Sabina. Es la cara B de todos nosotros, aquella que no queremos escuchar porque nos pone tristes y nos lleva a pensar que después de ella ya no queda nada. Pero sobre todo es la cara B de un hombre trágico, marioneta de un destino inevitable para aquellos a los que les tocó la cruz de la moneda y que por mucho que intenten redimirse al perro flaco todo se le vuelven pulgas. Apostar por la tragedia pura y dura, todo al negro, sabiendo que la ruleta esta trucada, es un ejercicio de valientes que solo puede enfrentarse con un equipo muy comprometido donde sería injusto decir que Bardem tiene todo el merito, pero el que tiene es inmenso, le consagra como uno de los grandes a nivel mundial. Biutiful, es descarnada, sucia, oscura, triste, un campo de cenizas plagado de semillas que luchan a muerte por un poco de amor.
El metraje es excesivo, sí, pero eso es otra historia.
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