Hermosa por partida doble la película de la debutante costarricense-sueca Nathalie Álvarez, tanto en su narrativa poética como en lo formal. Y terrenal, también por partida doble, donde la madre tierra rezuma una verdad espiritual que no alcanza la religión humana y el cuerpo y la mente de Clara buscan los resquicios entre la opresión y la represión tanto interesada (esa madre) como social, de nuevo humana, para rebelarse y florecer en libertad.

Uno se emociona e intuye que la exquisita mirada que proyecta la directora sobre Clara y su mundo solo puede ser femenina (coguioniza María Camilla Arias). Magnifica la encarnación que realiza de Clara la bailarina Wendy Chinchilla secundada con acierto por el resto de un elenco no profesional. Uno no puede evitar acordarse del cine de Alicia Rohrwacher con elementos de "Carrie" (Brian de Palma /1976).

En la mejor tradición del realismo mágico literario sudamericano llevado a la pantalla. A pesar de la inmensa distancia que aún existe para alcanzar el reconocimiento y la paridad de las mujeres como directoras, Nathalie Álvarez se une por derecho propio al pelotón de cabeza mundial de aquellas que lo están consiguiendo.

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