Aquí tenemos a Michael Douglas haciendo de poli fuera de la ley. Chulito y macarra, como a él le gusta. Un poli motero y con cazadora, y con un turbio pasado. Muchachas, preparaos para mojar las braguitas.

En contraposición, y sólo para remarcar aún más a Michael, tenemos a un Andy García, poli de traje y corbata, y gabardina por añadidura, amén del pelo engominado. Es tan repelente que te dan ganas que se lo carguen pronto.

Y para qué hablar de la policía nipona. Pareciera que les han metido a todos un palo por la parte baja de la espalda (lo que viene siendo el culo). Nos los presentan como enquilosados en una sociedad de reglas y honor, en contraposición, una vez más, a Michael, el poli macho-man al que las reglas se las traen al pairo.

Al comienzo de la peli se sueltan una retahila de chistes racistas y xenófobos. No pasa nada. Eran los 80 y estaba permitido. Arévalo contaba chistes de gangosos en esta época. Luego mucha persecución, mucho tiroteo, de refilón algunas costumbres niponas por meter exotismo, y poco más.

La peli tiene calidad, aunque la historia no levante pasiones. En su época seguro que fue un bombazo, pero hoy se queda en el aprobado raspado. Yo ni siquiera se lo doy, aunque sé a ciencia cierta que lo merece.

Recomendable para amantes de las bravuconadas...