Desde arriesgada, contradictoria, siniestra y un poco atrevida....pero todo se enlaza en un poliendro sobre el amor ''resuelve-todo'' en todas las circunstancias más dolorosas. J.D Vance nos ha ofrecido sin tapujos y sin taradeces, una historia requemada pero con desahogos, sobre que la dolencia familiar y que casi no tiene cura debe de ser más espaciosa y menos obtusa, y de obtusa podemos eliminarle también el impulso de la gran estupidez colectiva de primer peldaño....si es que fuéramos más humildes comprendiendo que no es matar su ego, sino un retrato particular y con hermosas tonificaciones y buenas peleas hasta alcanzar un preciado trofeo cuando todo lo malo se va desvaneciendo, y ahí yace El Trofeo de la Reconciliación, de reconciliarnos con nosotros mismos, reconectarnos sin entorpecer ni presumir y de comprender lo sufrible de bestias salvajes retorcidas que somos sin la necesidad de erguir otra vez esa chiclosa brutalidad.

Las reflexiones y unos pequeños ataques de risa en esta tragicómica obra de Howard te harán repensar tantas veces, sobre nuestros orígenes y nuestros preparativos para enrumbar a la madurez..un aplauso por supuesto por Vance con esos finísimos detalles de esta berma aleccionadora y claro que por sus actuaciones deslizantes y locas entre Amy Adams y Glenn Close cuando se trata de acentuar la pasión o el realismo.

Come tus vegetales, ponte derecho, reacomoda tus horas de sueño, desahogate, quiérete no gruñas, no seas presumido ni idiota y no caigas en manos equivocadas, ilustra pero no presumas...no solo porque hayan gentes tronchas campesinas, sino por lo que pasan a los civiles