Campanella logra una posición de credibilidad a nivel local y continental por sus alcances con «El secreto de sus ojos», y con algunos títulos más, que demandan un tanto más que un «Metegol» tan lamentable, que pausó por completo un encuentro mío con su filmografía hasta «Vientos de agua».

Andrés Olaya debe emprender un viaje como inmigrante de España a Argentina de manera obligada en algún momento del siglo XX. Ernesto Playa, hijo de Andrés, debe hacer lo mismo pero a la inversa, dada la crisis económica vivida en Argentina durante los primeros años del XXI. Ambas travesías serán mostradas a la par, demostrando que las circunstancias tienden a repetirse sin mås remedio.

Con una edición o ensamble de saltos de tiempo entre el siglo pasado y el actual y diferenciados por los tonos de fotografía, aunado a ese espejo de situaciones sociales y familiares en ambos momentos, es como retornar a lo elemental. La serie se torna extensa porque las historias no son interesantes, la narrativa es abrumadora, con tópicos sin ningún trabajo que enganche la opresión de los inmigrantes.

La inexpresión de los intérpretes perdura en sus extensos trece episodios. Son grises, forzados —ni en escenas de humor son eficaces—, que dejan clara una estéril sincronización del guión, la dirección escénica, el ensamble y la narrativa.

Inconclusa, dejando rastros para otra temporada.