Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Juan Marey:
9
Comedia. Musical El padre O'Malley acaba de llegar a su nuevo destino como sacerdote del colegio de monjas y la parroquia de Santa María, en un barrio humilde de Nueva York. Pronto se verá enredado en los problemas del barrio y de los alumnos, lo que le lleva a formar un coro para sacar a los chicos de la calle. La vida del colegio le lleva a estrechar la relación con la hermana Benedicta, superiora del convento y directora del colegio, y a participar ... [+]
4 de marzo de 2024
Sé el primero en valorar esta crítica
La valía de Leo McCarey como director de cine es indiscutible, de hecho fue considerado uno de los más grandes por sus propios compañeros, aunque él mismo no se tenía en demasiada consideración, la sensibilidad que se aprecia en sus imágenes y la sencillez de su puesta en escena es algo que solo está al alcance de la mano de unos pocos grandes, y McCarey sin duda fue uno de ellos. Para cualquier aficionado al cine que se precie es indispensable poder ir recuperando su obra y apreciar así la pasmosa destreza que McCarey alcanzaba para combinar el más preciso “timing” cómico, y al mismo tiempo su capacitación para manejar y combinar los resortes del melodrama junto a los tintes de comedia, esa dualidad, en el fondo pienso que escondía un profundo conocimiento de las debilidades del comportamiento humano logrando, como gran hombre de cine que era, plasmarlo a través de unas películas sencillas y comerciales en apariencia, pero que tras ese barniz lograban una hondura psicológica, unos matices en sus personajes, una perfección en la dirección de actores y una confianza plena en la intuición del dominio de sus secuencias, que permiten que por encima de la aparente simpleza de sus argumentos, sus películas respiren “verdad” y conmuevan profundamente.

Ingrid Bergman fue la gran novedad de esta continuación de “Siguiendo mi camino”, que había sido la gran triunfadora en los Óscar en la edición anterior al estreno de este film. Leo McCarey repitió en la dirección y nuevamente fue el artífice de la historia de la que partió el libreto, esta vez escrito por Dudley Nichols, el guion fue elaborado antes que el de “Siguiendo mi camino”, concebida originalmente como la secuela. El relato se vuelve a estructurar a partir de un conflicto entre dos religiosos con modos muy dispares de entender su labor eclesiástica, si antes el jovial padre O’Malley encontraba su réplica en un viejo sacerdote, ahora es una estricta monja la que le expresa sus suspicacias, esta estricta monja es una maravillosa Ingrid Bergman. La idea volvió a ser muy rentable en taquilla y le proporcionó al largometraje ocho nominaciones a los Óscar, de los que ganó el correspondiente al mejor sonido, además, fue la primera secuela en ser candidata a la estatuilla a la mejor película y su protagonista, Bing Crosby, se convirtió en el primer intérprete en recibir dos nominaciones por el mismo papel en títulos distintos.

Aunque pueda parecer que inicialmente nos encontramos ante un filme sensiblero y falto de interés, no hay nada más lejos de la realidad, aunque la película camina abiertamente por los senderos del cine religioso convencional, la sabiduría con que McCarey lleva el pulso de la cinta es extraordinaria, midiendo las dosis de humor y drama con tal acierto que logra mantener el equilibrio durante todo su metraje, sin derivar a los peligrosos caminos del melodrama edulcorado en el que caerían otros títulos del género. En muchos aspectos se puede considerar superior a su antecesora aunque básicamente respeta su línea ideológica y argumental, creando situaciones de lucimiento para Bing Crosby como cantante ya que era uno de los favoritos del público americano, representante en muchos sentidos de su espíritu nacional.

Una parte importante del éxito de la cinta y de su resultado final se debe también al talento de la pareja protagonista, ambos están magníficos en sus respectivos papeles, logrando que la historia avance con naturalidad y eficacia. Crosby se había mimetizado estupendamente como actor en la sotana del Padre O´Malley, un sacerdote bondadoso y con inquietudes sociales en la línea del interpretado por Spencer Tracy en "Forja de hombres" (1938) o "La ciudad de los muchachos" (1941), respecto a Ingrid Bergman se encontraba en ese momento en el cenit de su carrera en Hollywood, era de una de las estrellas favoritas del público, capaz de abordar registros muy diferentes como demuestran sus interpretaciones a las órdenes de Alfred Hitchcock que haría de ella una de sus actrices fetiche en aquel tiempo, curiosamente cuatro años más tarde de representar el espíritu católico en la piel de la Hermana Benedicta, sería condenada y vilipendiada por las ligas de decencia norteamericanas, que llegaron incluso a pedir su excomunión a causa de su adúltera relación con el director italiano Rossellini por quién abandonó a su esposo e hija, arrojándose en brazos de una apasionada historia de amor que estuvo a punto de terminar con su carrera.

Toda una muestra del mejor cine de la época clásica, una hermosa cinta repleta de momentos de una refinada y al mismo tiempo espontánea sensibilidad cinematográfica, una fantástica película que transmite un agradable optimismo y que te deja con una deliciosa sensación de alegría.
Juan Marey
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow