Odio las películas que comienzan de tal forma que se ve, claramente, que no hay guión alguno ni historia por contar. En ‘Verano 1993’ está claro desde el minuto uno que la protagonista de la película, la joven Laia Artigas (que hace una gran interpretación) va a ser el eje central de una historia que intenta jugar al despiste escondiendo secretos con medias verdades y en la que solo importa la transformación final de la misma.

Si os soy sincero, cuando terminé de ver la película, tuve que irme directo a buscar en internet el porqué de tanto bombo si no destaca en nada. Bonita fotografía vale… interpretación de la niña de acuerdo… pero nada más. No hay una escena que me haya marcado ni una línea de diálogo que haya que enmarcar en esta correcta vida familiar catalana.

Entonces leo que es una experiencia personal de la directora y que el film es un homenaje a su madre. Vale, me parece muy bien y muy bonito el mensaje pero… ¿De verdad es para tanto ‘Verano 1993’? No me ha sacado una lágrima, ni una sonrisa. Lo único que me ha parecido es un tostón de hora y media en el que ni siquiera he empatizado con la niña, no me han contado nada más de la familia (cosa que me hubiera gustado en el caso del personaje de Bruna Cusí, por poner un ejemplo). De repente la familia trabaja en un bar, abuelos que van y vienen… y luego está el final casi cantado y digo “casi” porque en realidad hubiera preferido algo de sorpresa.

Así pues, no os puedo recomendar ‘Verano 1993’ en primer lugar porque no me ha gustado, no me ha parecido una buena película y no entiendo el porqué de tanta nominación a los Goya ni de tanto premio. Así de claro.

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