Michael Haneke ha recorrido el sendero hacia la inmortalidad, ha escrito su nombre en los pergaminos de antaño del Séptimo Arte. Extraordinaria historia de amor de dos abuelos que se han amado y querido toda su vida; bajo la exquisita dirección del maestro alemán Michael Haneke, plasma su visión y concepto sobre la vida, la muerte pero sobre todo el amor en este gran film; las interpretaciones de Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva son antológicas, sencillamente espectaculares en el sentido más hermoso de la palabra. Digno de sus orígenes Haneke deja a un lado la sensibilidad y nos transporta por el camino más duro y frio el significado de la vida y el amor en esta su gran obra maestra. Como seres mortales que somos no nos toca decidir lo que es justo y lo que es injusto, pero si tenemos el poder y la capacidad para hacer lo que sentimos correcto o lo que dicta nuestro corazón; he ahí el camino hacia la inmortalidad, el camino hacia la eternidad yace ante nuestros pies solo tenemos que tomar el camino que consideremos correcto. En todas y cada una de sus dimensiones la película es grandiosa, y en términos cinematográficos puros, técnicos está muy bien realizada aparte que las brillantes interpretaciones la dotan con una muy acertada realidad cargada de mucha vida cotidiana. He soltado las lágrimas más sinceras de mi vida sabiendo que ese es el destino de todo ser humano y que algún día me tocara vivir. Termino esta reflexión Citando a Antoine de Saint-Exupéry en su gran obra el principito “El amor es invisible a los ojos”.