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Voto de Jove:
9
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Documental. Drama
Entre 1990 y 2003, Timothy Treadwell, camarero, actor ocasional y ex-alcohólico, pasó catorce veranos conviviendo con los osos grizzly. Él mismo grabó con su cámara de vídeo sus estancias en Alaska y su obsesiva relación con los plantígrados (unas cien horas). Werner Herzog usó parte de este material. El último verano, uno de los osos atacó a Timothy y a su novia Annie. (FILMAFFINITY)
3 de diciembre de 2006
8 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este filme está armado como un documental sobre material documental (¿el documental dentro del documental?). Hertzog, en off, nos acompaña a ver los trozos seleccionados de un documental en preparación por un tercero. Escucha lo que allí se dice y deja en claro cuando disiente. Luego dialoga con quienes lo conocieron, sin disimular sus patetismos a veces hasta risibles y a veces hasta recalcándolos hasta el punto –para mí ya excesivo– que me llevó a evocar las satíricas entrevistas ficticias de Woody Allen en Robó, huyó y lo pescaron. Y digo excesivo, porque estaba haciendo tomas a personas reales que volcaban sentimientos muy profundos. Objetos que un director melodramático habría transformado en “golpe bajo” no son en manos de Hertzog más que cosas frías, distantes y por momentos casi hasta ridículas. En este contexto Hertzog termina diciéndonos que quiso hablar del hombre. Y eso sí ha logrado. Nos ha hecho tomar distancia y ha hecho de las personas de su documental, personajes que, al modo de los del Esperando a Godot de Becket, son por momentos tan absurdos que nos permiten ver en ellos cosas que no somos capaces de ver en nosotros mismos. Su patetismo, sus carencias afectivas, sus limitaciones y ansias frente a la Trascendencia, su encuentro con la naturaleza como elemento antropomorfo amante y salvador, entregas amorosas con, a la vez, tintes suicidas, a esa naturaleza que ve enfrentada con el “perverso” mundo de los seres humanos, contradicciones, tentaciones, pasiones… todo nos lleva a discurrir acerca de nosotros mismos y nuestra realidad.
Este encuentro entre el “descabellado idealismo” del personaje y la “sombría visión del mundo de Hertzog”, del que nos habla Roger Ebert, del Chicago Sun-Times, visto desde el final –donde, con tomas oportunas y ayuda de la música– revela su respeto por su acción, nos conduce a indagar –Hertzog no responde ninguna de las preguntas que nos podamos hacer–, a indagarnos, y –según me pareció entender de tales escenas finales– descarta definitivamente esa sensación de "retrato de la idiotez” (José Manuel Cuellar) que, al principio, pareció que era el filme.
O, en realidad, somos todos idiotas en busca de afecto y Trascendencia y, nuestro patetismo, visto desde fuera, merece la cruel mirada cómica del sombrío Hertzog.
Hertzog tampoco a eso responde.
Nueve puntos sobre diez (*********)
Este encuentro entre el “descabellado idealismo” del personaje y la “sombría visión del mundo de Hertzog”, del que nos habla Roger Ebert, del Chicago Sun-Times, visto desde el final –donde, con tomas oportunas y ayuda de la música– revela su respeto por su acción, nos conduce a indagar –Hertzog no responde ninguna de las preguntas que nos podamos hacer–, a indagarnos, y –según me pareció entender de tales escenas finales– descarta definitivamente esa sensación de "retrato de la idiotez” (José Manuel Cuellar) que, al principio, pareció que era el filme.
O, en realidad, somos todos idiotas en busca de afecto y Trascendencia y, nuestro patetismo, visto desde fuera, merece la cruel mirada cómica del sombrío Hertzog.
Hertzog tampoco a eso responde.
Nueve puntos sobre diez (*********)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Este filme está armado como un documental sobre material documental (¿el documental dentro del documental?). Desde 1990 hasta 2003, Timothy Treadwell, que se podría definir en el ámbito de la funcionalidad social como un bienintencionado estudioso y protector de los osos pardos desde una perspectiva ambientalista –habría que ver en qué medida puede esa descripción aceptarse– ha filmado más de 100 horas de cinta procurando hacer un documental de su vida en el ámbito de los osos, su aproximación a ellos, sus sentimientos por esos animales, su hábitat, su relación de amor-peligro con ellos e, incluso, su deseos de ser uno de ellos. Es en parte lo que exhibe en el ámbito escolar con fines ecologistas. Pero sin duda apunta a algo más ambicioso, pues, por ejemplo, de sus presentaciones en cámara haciendo referencias sobre el tema lleva a cabo varias tomas, en orden a seleccionar luego la que estime mejor. Hertzog selecciona parte de este material –del que efectúa un montaje apuntando a lo que quiere él extractar de lo que Timothy Treadwell dice– y lo completa con tomas suyo propias del paisaje de la zona –Canadá y Alaska– y con entrevistas a personas que conocieron a Timothy Treadwell o que debieron enfrentar su trágico final, muerto por un oso, tomas que poco distan de las que se pueden apreciar en National Geographic Channel tal vez –o sin tal vez– porque hasta en eso están intencionalmente seleccionadas y montadas por Hertzog.
Hertzog, en off, nos acompaña a ver los trozos seleccionados de las filmaciones de Timothy Treadwell. Escucha lo que Treadwell dice y deja en claro cuando con él disiente. Podría decirse que dialoga con el documental de Timothy Treadwell. Luego dialoga con quienes lo conocieron, sin disimular sus patetismos a veces hasta risibles –como tampoco omite los de Timothy Treadwell en los que este mismo pareció solazarse– y a veces hasta recalcándolos hasta el punto –para mí ya excesivo– que me llevó a evocar las satíricas entrevistas ficticias de Woody Allen en Robó, huyó y lo pescaron. Y digo excesivo, porque estaba haciendo tomas a personas reales que hablaban de su ser querido trágicamente muerto. Objetos que un director melodramático habría transformado en “golpe bajo” –el oso de peluche, el reloj hallado en el brazo restante de Treadwell tras la carnicería efectuada por el oso– no son en manos de Hertzog más que cosas frías, distantes y por momentos casi hasta ridículas.
En este contexto Hertzog termina diciéndonos que más que de osos quiso hablar del hombre. Y eso sí ha logrado.
Hertzog, en off, nos acompaña a ver los trozos seleccionados de las filmaciones de Timothy Treadwell. Escucha lo que Treadwell dice y deja en claro cuando con él disiente. Podría decirse que dialoga con el documental de Timothy Treadwell. Luego dialoga con quienes lo conocieron, sin disimular sus patetismos a veces hasta risibles –como tampoco omite los de Timothy Treadwell en los que este mismo pareció solazarse– y a veces hasta recalcándolos hasta el punto –para mí ya excesivo– que me llevó a evocar las satíricas entrevistas ficticias de Woody Allen en Robó, huyó y lo pescaron. Y digo excesivo, porque estaba haciendo tomas a personas reales que hablaban de su ser querido trágicamente muerto. Objetos que un director melodramático habría transformado en “golpe bajo” –el oso de peluche, el reloj hallado en el brazo restante de Treadwell tras la carnicería efectuada por el oso– no son en manos de Hertzog más que cosas frías, distantes y por momentos casi hasta ridículas.
En este contexto Hertzog termina diciéndonos que más que de osos quiso hablar del hombre. Y eso sí ha logrado.