En materia de aficiones (cinematográfica en este caso), como en cualquier otra, con el paso de los años, una atraviesa diferentes etapas; etapa complaciente: la que tú quieras cari, etapa egoísta: la que me salga de los huevos, etapa consenso: venga va esta misma, ni 'pa' ti ni 'pa' mi, o bien, etapa justa: un día tú, otro día yo.
Hoy era uno de los 'un día tú'. A priori, 'un día tú' es uno de esos días en los que voy al cine pensando:¿con cuántos combos de palomitas contribuiré a engordar las arcas de las multisalas cine Dreams? ¿Cuántas veces miraré el móvil? Esta tarde, sin embargo, iba tranquila; después de 15 años, las preferencias de mi compañero de butaca, aunque nunca dejará de sorprenderme, las tengo bastante claras y en el peor de los casos tocaba ver esta joyita del escritor de mystic river.
Ni un peliculón, ni una obra maestra, no es necesario, simplemente una de esas películas que te sorprenden sin contar nada nuevo porque, aunque no sea nada nuevo, al menos, no es más de lo mismo, una de esas que te hacen disfrutar de una tarde de cine, una de las pocas que te provocan ganas de aplaudir cuando acaba. Giros inesperados que te dejan con los ojos como platos y unas interpretaciones del difunto Gandolfini y de Tom Hardy que me ponen los pelos como escarpias. Me declaro fan incondicional del protagonista de Locke. Me lo creo a pies juntillas cuando habla y sobre todo cuando calla porque su cara y sus gestos lo dicen todo; sin lugar a dudas Tom Hardy es el alma de la película.
No es ni mi estilo, ni mi elección, pero me ha encantado. ¿Y lo mejor de todo? Mañana elijo yo.