Aquí nos enfrentamos a Cronenberg de nuevo, lo admito, es una afrenta lo que mantenemos él y yo. Te expone el mundo, lo convierte en siniestro con sus tocados personajes y no soy capaz de admitir un sí me gusta o un lo odio. Mientras tanto seguiré poniendo una misma nota a sus películas.

Se trata de una cautivadora desesperación, no soportas la realidad que te ofrece pero no puedes evitar indagar, observar y analizar lo que te propone. Un depravado autoservicio de carne, máquina y terror humanizado. Esta vez nos presenta el mundo de Videodrome, la maldición de tocar lo más peligroso, buscar la imagen más potente para que te absorba en su circuito cerrado.

Un hombre, un televisor, una cinta de vídeo, un complot vinculado a todo lo anterior.

El poder dominado por los actos de semblante pecaminoso. Un poquito más para llegar al otro lado. Avance público, pues ambos traspasamos la pantalla, protagonista y perceptivo espectador, porque una vez estás dentro de Videodrome te preguntas quién tiene las visiones, ambos vemos lo mismo, nos comportamos del mismo modo despótico, intrigante e impasible, preparados en este lado para soportar el dolor como si fuese un cosquilleo, rostro sereno, no se altera nuestra respiración, ya nada nos sorprende o nos afecta.

En un tiempo definido somos ella, buscamos el dolor, queremos rozar el peligro, ser protagonistas por placer, tentar. Luego somos la pantalla, que muestra lo que el resto desea, una llamada a los límites, mezcla de real e irreal, sentido intacto. Para terminar como él, buscador incansable, resultado de su propia imagen, desarrollo de una obsesión, fotograma visible de la hiper-realidad plasmada en la alucinación.

Acabamos rechazando lo que en un principio nos atrae, no hay dignidad, tampoco existe la infamia, sólo se une la tecnología que se quiere dominar al cuerpo, haciendo real la superación de la máquina sobre el hombre, ganando el magnetismo de los instintos básicos y prematuros, una oleada visceral de metalurgia, el fin de la humanidad gracias al hombre y al tubo catódico.

Este es el resultado de la introducción del video en la carne, lo hace él, lo vivimos todos, pues el resultado siempre es el mismo, no sabes si aborrecer lo que te atrae, o contemplar pasivamente lo que no entiendes. Al finalizar la película él consigue su propia respuesta a este constante dilema.