Nueva entrega de típica comedia norteamericana que sigue al pie de la letra las directrices del género. Es decir, una pareja con marcadas diferencias que, por circunstancias diversas (y en muchos casos inverosímiles) deben convivir en una situación especial, situación que acabará por hacer notar que tienen más cosas en común de las que pensaban incialmente.

En este caso, la pareja en cuestión tienen una segunda oportunidad, puesto que ya están divorciados. Efectivamente, el realizador Mark Lawrence, concede una nueva oportunidad a Paul Morgan (Hugh Grant) y Meryl Morgan (Sarah Jessica Parker), pareja separada (por infidelidad de él) que se han volcado en su actividad profesional (abogado él, inmobiliaria ella), ya que por casualidad son testigos de un crimen y deben entrar en el programa de protección de testigos. El realizador situa a esta pareja en el doble castigo de tener que volver a compartir el mismo espacio y además de tener que hacerlo en el campo cuando ambos son auténticos urbanitas.

Es en este doble sentido, sobretodo en lo que se refiere al segundo aspecto, donde Lawrence pretende ofrecernos toda su vena cómica. Una vena totalmente carente de originalidad y, lo que es peor, de gracia. El recorrido que nos propone el film, vehículo descaradamente puesto al servicio de sus dos protagonistas (aunque se intente colar por el medio Sam Elliot, con un personaje demasiado estereotipado y recortado), circula por caminos conocidos de sobra, aunque cambien, ligeramente, los escenarios en los que se mueven.

Pero lo peor del film no es la falta de originalidad, algo bastante habitual en el cine de hoy en día. En realidad, hay muchos otros problemas, que tienen más que ver con un guión simplón que casi parece un esquema, un sentido del humor (si es que se le puede llamar así) pueril e infantil, y en general una total y absoluta falta de personalidad por parte de un director que, en este caso, parece más bien un empleado más al servicio de las dos estrellas de la película, quienes desde luego no serán recordados por este film en concreto. Ambos nos ofrecen un registro tan histriónico como poco creible y que parece sacado de un remedo de interpretaciones anteriores. La Parker se mueve bajo la sombra de su personaje de "Sexo en Nueva York", y Grant parece disfrutar siendo el tonto de la función (lo cual es totalmente inversemblante teniendo en cuenta que representa a un prestigioso abogado).

Sinceramente, la entrada del cine es demasiado cara para lo que nos ofrecen en este film.