Dirigida por John Madden, el film fabula sobre un episodio de caza de nazis realizado por parte de un comando del Mossad, en el que el criminal nazi consigue escapar de las garras de dicho comando y para evitar volver con un fracaso, los integrantes del comando (interpretados por Jessica Chastain, Sam Worthington y Marton Csokas) deciden contar que acabaron con el nazi cuando intentaba huir.
En definitiva, Madden nos habla de una mentira, que se mantiene durante tres décadas y las implicaciones que acaban teniendo para el trío protagonista. La trama se va desgranando poco a poco, a base de contínuos saltos entre el tiempo presente (1997) y el pasado (1956). Al film no le faltan aciertos y buenos momentos, como la relación que se establece entre el trío protagonista durante su estancia en el Berlín Oriental, así como la tensión acumulada mientras tienen retenido al nazi en un piso franco (interpretado por Jesper Christensen), y la manipulación que consigue hacer éste, pese a estar atado de pies y manos. También consigue el regusto de las antiguas películas de espías con alguna secuencia como cuando pretenden trasladar al preso a través de una estación de tren que está en tierra de nadie. Y desde luego, la presentación de los personajes protagonistas en el tiempo presente con los gestos de Hellen Mirren o Tom Wilkinson, hace ganar enteros al film.
Sin embargo, los guionistas no han estado especialmente acertados, al querer centrarse en una intriga (que al final no es tal puesto que desde el principio sabemos la verdad) que se mantiene a base de soltar la información al espectador con cuentagotas, y el realizador no consigue insuflar de suficiente dramatismo a la relación del triángulo protagonista, sobre todo porque no consigue mantener las mismas coordenadas con los actores jóvenes que con los maduros. Los jóvenes reflejan cierta tensión sexual, aunque más por lo físico que no por lo dramático, puesto que Madden tira demasiado de tijeras para mostrar el día a día, y sólo cuando consigue aguantar la cámara cinco minutos sin saltos, elipsis ni flashbacks, logra sus propósitos. Con los actores maduros, la trama no le permite ser excesivamente explícito para mantener cierta tensión, o, cuando menos, curiosidad y se tiene que encomendar al buen hacer de dos excelentes interpretes como son Wilkinson y Mirren.
La película se encasilla en el revisionismo de ciertos hechos del pasado, aunque en este caso son inventados (aunque no se descarta que haya pasado en alguna ocasión). El realizador no sólo no consigue transmitir peso de los hechos del pasado que deberían sentir los personajes, sino que además tampoco es capaz de contextualizarlo adecuadamente, ni cuando nos lleva a la década de los 50 en plena cacería de nazis por parte de los servicios secretos israelíes ni en las puertas del siglo XXI en la que el estado de Israel no ha superado aún ese ánimo revanchista y sigue presente en las nuevas generaciones.