Luis Buñuel acometió el proyecto de retratar, con su peculiar mirada, la vida de un suburbio mexicano cercano a la gran metrópoli. Una voz en off ya nos advierte que lo que vamos a ver sucede a escasos metros de la gran ciudad, que pese a la cercanía a ésta, en realidad parece que están en el otro extremo del planeta. Allí, la miseria y la pobreza son las reinan, y sus habitantes no son más que fruto de esa misma miseria. El hilo conductor de una trama casi casual es un joven, Pedro, en esencia “bueno”, pero al que las circunstancias maltratan, sobretodo en el momento en que se cruza en su camino Jaibo, otro joven del barrio, pero muy diferente. Sin proponérselo, Pedro vivirá todo un calvario en su intento de salir hacia delante pese a la miseria y crueldad que imperan en su entorno.

Es indudable ver en el film elementos del naciente neorrealismo italiano la descripción de los suburbios mexicanos, con un estilo semi-documentalista la podría enlazar perfectamente con films como “Roma ciudad abierta”, o “El ladrón de bicicletas”, y el uso de actores semi-profesionales parecen confirmar esa dirección. Sin embargo, la intención de Buñuel es mucho más ambiciosa, y sobretodo coherente con su propio universo cinematográfico. De hecho, el film enlaza más bien con otra obra anterior del autor, como el (polémico) documental sobre Las Hurdes, donde reflejaba de forma cruda las penurias de un pueblo extremeño.

Buñuel retoma prácticamente la misma idea antropológica y naturalista, reflejando en este film que sus personajes no son más que productos del medio en que viven. Es el mismo entorno ambiental de extrema miseria el que genera unos seres crueles y egoístas, que apenas conceden valor a la vida humana, ya que la suya propia no vale nada, y cuyo máximo exponente es Jaibo, plenamente adaptado al medio en que vive y que aplica la máxima de solo los más fuertes sobreviven. Pero no olvidemos que apenas encontramos personajes positivos en el film, con la excepción de Pedro. En su periplo, el joven solo se tropezara con seres que buscan su propio interés.

De esta forma, en realidad, no se puede decir que la mirada del director sea neutra, sino más bien subjetiva, mostrando voluntariamente un realismo extremadamente crudo, utilizando los movimientos de cámara, los picados y contrapicados para cumplir la función de expresar su propia idea moral de lo que nos está ofreciendo, si ahorrarle al espectador ninguna escena dura, y sin privarse en esta ocasión de introducir algunos elementos surrealistas (como el del sueño), perfectamente integrados en el film.

Normalmente muchos autores que pretenden realizar una denuncia social, suelen citar este film, pero seguramente el director más que exponer una denuncia social o incluso anticapitalista, lo que en realidad pretendía más bien es expresear sus ideas de determinismo social. Puede ser que muchos la citen, pero muy pocos se han atrevido a llegar tan lejos como Buñuel.