Qué difícil es, señores, hacer buena ciencia-ficción.
Nada hay más fácil que hacerla mal y pronto, estúpidamente, con unos cuantos bichos, mucho humor socarrón y un par de actores populares luciendo palmito y paseando su carisma o su físico (o ambos) a falta de unos personajes interesantes a los que sacar jugo.
Pero Neill Blomkamp, debutante (repito: DEBUTANTE) tenía otro plan. Un plan consistente en filmar una película de ciencia-ficción con los pies en la tierra. Y no sólo lo logró, sino que la maravilla que salió de su mente fue tal que es justo reconocer District 9 como una de las cintas más arriesgadas, más brillantes y más especiales de los últimos años.
Blomkamp, que filma con la sabiduría, la elegancia y la energía de un veterano, apuesta por contar la historia como si de un falso documental se tratase, y resulta la elección perfecta para ir desgranando los pormenores de la historia poco a poco, y sobre todo, para ir conociendo a Wikus van der Merwe como se merece. Si el personaje le cae mal durante los primeros veinte minutos de película (a mí me recordó, y tuve que reírme por ello, a Bear Grylls, el de "El último superviviente"), tranquilo. Forma parte del plan. Pero todo lo que sucedes después del accidente que Wikus tiene en una de las chozas es tan soberbio, tan mágico, tan magistral, que no hay palabras para describirlo. no hay palabras para describir la emoción que transmite la historia, ni la emotividad de la relación entre Wikus y Christopher, ni la necesaria y demoledora reflexión sobre lo que pasó en Sudáfrica y continúa pasando en todas partes del mundo. No hay palabras para hablar de la inteligentísima narración de Blomkamp, y cómo entremezcla de forma sobresaliente drama, acción y... pues éso, ciencia-ficción de la buena.
No se lleva la máxima nota porque el final es algo cansino y sí se parece más a mil cosas ya vistas con anterioridad, pero District 9 es un peliculón que hay que ver sí o sí, por la originalidad, por el guión tan inteligente, por Sharlto Copley (extraordinario), por todo lo que dice sobre el mundo en que vivimos, y porque ya no se hace ciencia-ficción así.

Lo mejor: Casi todo, pero especialmente la emoción que transmite.
Lo peor: Los últimos quince minutos, con la salvedad de ese epílogo tan emotivo.