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Voto de harryhausenn:
6
5.8
11,466
Thriller. Drama. Fantástico
Un joven con la cara magullada es descubierto en un aeropuerto. Dice llamarse Adrien Legrand, un niño que desapareció hace 10 años. Para su padre, Vincent, esto supone el final de una larga pesadilla y lo lleva a casa. Por otra parte, en la región se han sucedido una serie de horribles asesinatos. (FILMAFFINITY)
12 de septiembre de 2021
82 de 111 usuarios han encontrado esta crítica útil
Coches, chicas y violencia, como bien resumió Russ Meyer en uno de los títulos más explícitos de la historia del cine, Faster pussycat kill kill, son las tres premisas para fabricar exitosamente una película. Una orgía frenética de sexo, violencia y adrenalina. Ducournau, laureada con la Palma de oro con esta, su segunda cinta, desdibuja los límites entre esos tres elementos para constituír el grueso de su incipiente carrera. Se abre así al espectador un espectro de sensaciones que va desde la ciega atracción hasta la repulsión por puro instinto, de quedarse con ganas de más a rezar por que se termine pronto.
Crudo, su debut en el largo, se recreaba en la explicitud del gore para representar el despertar sexual, lúdicamente, asumiendo su lado más splatter. En Titane, sin embargo, pese a que los coches, las chicas y el sexo vuelven a hacer acto de presencia, el tono cambia completamente. Ducournau logra renovar la fórmula del horror visceral, el body-horror, descubriendo así nuevos terrenos en el cine de género.
Una de las mayores bazas de la dirección de Ducournau es que aparte de no sobrecargar al espectador con información, hace de la sutilidad la clave de la narración. Inútil de subrayar, de hacer que los actores reciten líneas para aquello que ya se ve, Ducournau se posiciona contra el guión literario como anticinematográfico y pone a la imagen como principal conductora. Una elipsis, un plano fugaz nos da la suficiente información que necesitemos para construir el relato. Sin embargo, esta conexión de instantes no tendrán lugar de forma inmediata, sino que con gran habilidad la cineasta nos abandona en el misterio durante una cantidad generosa de tiempo, teniendo que avanzar a ciegas, desconcertados. El objetivo de la directora es que la turbación sea el sentimiento que nos acompañe durante toda la sesión. Como toda situación desconcertante en la vida real, primero la sufrimos. Luego ya la razonaremos.
Crudo, su debut en el largo, se recreaba en la explicitud del gore para representar el despertar sexual, lúdicamente, asumiendo su lado más splatter. En Titane, sin embargo, pese a que los coches, las chicas y el sexo vuelven a hacer acto de presencia, el tono cambia completamente. Ducournau logra renovar la fórmula del horror visceral, el body-horror, descubriendo así nuevos terrenos en el cine de género.
Una de las mayores bazas de la dirección de Ducournau es que aparte de no sobrecargar al espectador con información, hace de la sutilidad la clave de la narración. Inútil de subrayar, de hacer que los actores reciten líneas para aquello que ya se ve, Ducournau se posiciona contra el guión literario como anticinematográfico y pone a la imagen como principal conductora. Una elipsis, un plano fugaz nos da la suficiente información que necesitemos para construir el relato. Sin embargo, esta conexión de instantes no tendrán lugar de forma inmediata, sino que con gran habilidad la cineasta nos abandona en el misterio durante una cantidad generosa de tiempo, teniendo que avanzar a ciegas, desconcertados. El objetivo de la directora es que la turbación sea el sentimiento que nos acompañe durante toda la sesión. Como toda situación desconcertante en la vida real, primero la sufrimos. Luego ya la razonaremos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Flúor, néon, fuego, piel y sangre aparecen en el primer acto de Titane, incluso Garance Marillier, la actriz de Crudo entra en escena. Pero de pronto, sin previo aviso, la nueva protagonista acaba cruelmente con la estela del film anterior en una matanza delirante y festiva de golpe y porrazo. A posteriori quizás no parezca la manera más sutil de trazar nuevos derroteros para el relato ni para desconectar con la ópera prima de la directora, pero lo cierto es que en ese momento tal parece que la estela de los asesinatos será la senda a seguir. Lo cierto es que no. No hasta que, por supuesto, un nuevo personaje haga aparición y en plena confusión, una vez que estemos perdidos y desorientados, sea en realidad la creación de una relación paterno-filial artificial, mecánica, la que domine la película.
Volvemos al inicio. Un padre y una hija, Alexia, que ya no se quieren. Tras un accidente de coche la niña tiene que llevar una placa de titanio en el hueso temporal del cráneo. Al salir del hospital, ella le mira con rencor, él es incapaz de mirarla. Nunca volverá a mirarla directamente a los ojos, excepto cuando ella decide matarle. En ese momento en el que las miradas se cruzan años después, por un segundo parece que todo puede arreglarse, que el amor podrá recuperar el espacio a la ira, pero cierra la puerta tras ella y la película cambia irreversiblemente.
Ese accidente de coche hizo que para la chica la figura paterna no existiese y que arrastrase la humanidad consigo, a la desaparición. Lo primero que hace al salir por la puerta del hospital es besar el coche. El calor de los abrazos será sustituido por la combustión de las máquinas, el amor por el motor. La sangre,el sudor y las lágrimas por la gasolina. O siendo Cronenberg un referente directo, el orgasmo por la colisión, como en Crash. El titanio es parte de ella.
Alguien interrumpe su huída, un bombero capaz de controlar las llamas de su rabia. La pieza del puzzle que había perdido, y aunque en un principio se muestre reacia a colaborar, cuando tiene la oportunidad de escapar, decide volver. Comprende en un autobús que el mundo está lleno de peligros y de razones por las que rendirse a la violencia y da marcha atrás. Su carácter se transforma y su cuerpo empieza a mutar siguiendo los síntomas.
La película ya no es la misma. Se vuelve claustrofóbica, lejos de la despampanante escena de la feria de coches en interiores tan despejados, adiós también al sadismo de la masacre. A medida que el cuerpo de la mujer evoluciona, la dirección artística cambia en el entorno los tonos ardientes por las sombras pálidas, pasamos así, igual que el vientre hinchado, de la carne al metal. Todo ocurre bajo una luz medio azulada, fría, una atmósfera más reposada a medida que el dúo protagonista se abren el uno al otro, crean su relación ficticia como si se tratase de una nueva máquina, de un componente artificial que se construye bajo los fluorescentes de un taller, un corazón que bombea gasolina.
Esto lleva a la asombrosa escena final en el que el fruto de lo humano y lo mecánico, del sufrimiento y la abnegación abandonan el cuerpo de la fugitiva. En esta particular revisión del mito de La semilla del diablo podremos al menos imaginar el aspecto de la criatura en un plano final liberador, casi celestial.
hommecinema.blogspot.com
Ivoox, soundcloud, spotify: Los vitelloni, podcast.
Volvemos al inicio. Un padre y una hija, Alexia, que ya no se quieren. Tras un accidente de coche la niña tiene que llevar una placa de titanio en el hueso temporal del cráneo. Al salir del hospital, ella le mira con rencor, él es incapaz de mirarla. Nunca volverá a mirarla directamente a los ojos, excepto cuando ella decide matarle. En ese momento en el que las miradas se cruzan años después, por un segundo parece que todo puede arreglarse, que el amor podrá recuperar el espacio a la ira, pero cierra la puerta tras ella y la película cambia irreversiblemente.
Ese accidente de coche hizo que para la chica la figura paterna no existiese y que arrastrase la humanidad consigo, a la desaparición. Lo primero que hace al salir por la puerta del hospital es besar el coche. El calor de los abrazos será sustituido por la combustión de las máquinas, el amor por el motor. La sangre,el sudor y las lágrimas por la gasolina. O siendo Cronenberg un referente directo, el orgasmo por la colisión, como en Crash. El titanio es parte de ella.
Alguien interrumpe su huída, un bombero capaz de controlar las llamas de su rabia. La pieza del puzzle que había perdido, y aunque en un principio se muestre reacia a colaborar, cuando tiene la oportunidad de escapar, decide volver. Comprende en un autobús que el mundo está lleno de peligros y de razones por las que rendirse a la violencia y da marcha atrás. Su carácter se transforma y su cuerpo empieza a mutar siguiendo los síntomas.
La película ya no es la misma. Se vuelve claustrofóbica, lejos de la despampanante escena de la feria de coches en interiores tan despejados, adiós también al sadismo de la masacre. A medida que el cuerpo de la mujer evoluciona, la dirección artística cambia en el entorno los tonos ardientes por las sombras pálidas, pasamos así, igual que el vientre hinchado, de la carne al metal. Todo ocurre bajo una luz medio azulada, fría, una atmósfera más reposada a medida que el dúo protagonista se abren el uno al otro, crean su relación ficticia como si se tratase de una nueva máquina, de un componente artificial que se construye bajo los fluorescentes de un taller, un corazón que bombea gasolina.
Esto lleva a la asombrosa escena final en el que el fruto de lo humano y lo mecánico, del sufrimiento y la abnegación abandonan el cuerpo de la fugitiva. En esta particular revisión del mito de La semilla del diablo podremos al menos imaginar el aspecto de la criatura en un plano final liberador, casi celestial.
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