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Voto de Chris Jiménez:
10
Ciencia ficción. Intriga. Drama El banquero, Arthur Hamilton (John Randolph), está viviendo días grises al lado de su familia cuando comienza a ser incitado por un amigo al que creía muerto, para que visite a La Compañía, donde le propondrán un cambio total de aspecto físico con el que podrá rehacer su vida dejando atrás todo su pasado. Hamilton accede a la compleja cirugía estética, pero ¿le asegurará este cambio un futuro feliz?
31 de enero de 2019
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todos deberíamos ser capaces de vivir en base a nuestras convicciones, siendo dueños de nuestros actos, pues en eso consiste la libertad del individuo.
El poder elegir, un paso a veces no tan sencillo aunque indudablemente esencial para alcanzar la felicidad plena...pero, ¿y si en nuestra vida no hemos podido dar ese paso?

¿Y si hemos estado siempre condicionados por elementos exteriores que han marcado las pautas de nuestro comportamiento, pensamiento, oportunidad de elección y, así, de nuestra propia vida? Controlados por otros, ¿gozaríamos de plenitud, de libertad, o por el contrario estaríamos apresados bajo una sensación de malestar, de impotencia? Si se tuviera una segunda oportunidad, ¿no sería mejor volver a empezar de nuevo?...¿volver a nacer?
Son algunas de las muchas preguntas que nos propondrá John Frankenheimer con la que es, en mi opinión, la más atrapante, arriesgada y fascinante obra de su carrera, la mejor (honor que para muchos se lleva "El Hombre de Alcatraz"). "Plan Diabólico" se establece como la última pieza de la Trilogía de la Paranoia del director, completada por "El Mensajero del Miedo" y "Siete Días de Mayo", cuyo enfoque era primordialmente político, concediéndose una excepción en este caso, donde los temas centrales son la psique y las emociones del ser humano (aunque también hay sitio para la crítica social y política).

El guión, escrito por un Lewis J. Carlino que debutaba en el mundo del cine tras dejar la televisión, adaptaba la novela "Seconds" de David Ely donde se nos narra la peripecia en la que se embarca Arthur Hamilton, un maduro banquero cuya vida está marcada por la insatisfacción y un matrimonio basado en la incomunicación y el silencio, al verse sometido a un extraño programa que maneja una misteriosa empresa capaz de proporcionar nuevas identidades a las personas por medio de avanzadas técnicas de cirugía, con el propósito de ofrecerles una nueva vida.
Suena a utopía, a fantasía de ciencia-ficción, pero pronto ese sueño puede convertirse en una paranoia, en una pesadilla de la que sería imposible escapar, comenzando a partir de los créditos iniciales concebidos por Saul Bass (el mismo que imaginó los de "Vértigo", con un estilo que recordará a "Un Perro Andaluz" o "Repulsión"), donde ya se nos avisa de una realidad distorsionada y confusa a los ojos del protagonista, al que Frankenheimer, haciendo alarde de un virtuoso manejo de cámara, se acerca hasta dejarle acorralado contra ella. El agobio y la melancolía están perfectamente delineados en el rostro de Arthur, un hombre incapaz de expresar sus emociones que prefiere el silencio a la palabra.

Una irrupción en forma de alucinatorio sueño abre una brecha entre realidad y surrealidad, penetrando en la psique del personaje; Frankenheimer rueda su mejor escena. El drama psicológico y una intriga asfixiante a todos los niveles (por su uso de la luz, la fotografía de James W. Howe, la puesta en escena, la música de Goldsmith y esos individuos que terminan manipulando y apresando a Arthur) se escora del lado de una ciencia-ficción fantasmagórica y escalofriante propia del universo de K. Dick, tanto más cuanto que lo científico adquiere un creíble papel. El individuo, librándose de ataduras y responsabilidades, puede alcanzar la plena felicidad y la libertad si la vida le da una segunda oportunidad.
Pero ese filosófico, místico y existencial concepto no puede ser comprendido por una inmoral compañía de ideales más capitalistas que humanos. Ahora Arthur es Tony, su completo negativo (físicamente), y está decidido a empezar su nueva vida; una estrambótica bacanal será el detonante para que el otrora hastiado banquero libere por fin al ser reprimido y taciturno que habitaba en su interior: "Baco nos da su sangre para que podamos renacer, ¡riendo!", dice Nora. Pero la oportunidad de Arthur de romper las cadenas de la insatisfacción le precipita a una decadencia que nada tenía que ver con su deseo de felicidad.

Se regresa al terror psicológico al verse el protagonista acosado y vigilado por esos "clientes" de la compañía (se evoca la paranoia de "La Invasión de los Ladrones de Cuerpos": están en todas partes, escondidos entre la gente). Vigilado por otros, ¿era esa la libertad prometida? Sabemos que en una existencia conducida en la que las decisiones proceden del exterior no tiene cabida la libertad; en esa habitación llena de individuos que esperan para volver a cambiar de vida (nunca se representó de mejor manera el "limbo" que separa el Infierno del Cielo) Tony se enfrenta a un serio dilema moral antes de esa inevitable y necesaria conclusión que llega a poner los pelos de punta por toda la tensión que generan sus perturbadoras escenas.
En ellas, Rock Hudson nos sorprende con una soberbia y visceral interpretación, quizá la más compleja de toda su carrera, compartiendo pantalla con un también brillante John Randolph con quien pasó largo tiempo estudiando sus expresiones y maneras (huelga decir que la película tuvo un significado especial para éste último, pues fue uno de los artistas que pasaron a formar parte de la Lista Negra de Hollywood). Khigh Dhiegh vuelve a colaborar con el director en un papel similar al que desempeñó en "El Mensajero del Miedo".

Como la versión americana de "El Rostro Ajeno" de Teshigahara (realizada el mismo año) e impregnada del espíritu de Kafka, K. Dick, a veces de Bergman y Godard, aires vanguardistas propios del cine europeo, y un mensaje que acoge toda suerte de interpretaciones, "Plan Diabólico" nos sumerge en una oscura y absorbente paranoia atravesada por intensidades y trazos que arañan lo irreal sobre el deseo último e irrealizable del ser humano en una fría sociedad incapaz de comprenderlo.
Las influencias del film se extienden al cine de Nolan, Cronenberg o Lynch, y más concretamente a la española "Abre los Ojos" o a la serie de televisión "En los Límites de la Realidad". A riesgo de sonar exagerado, la obra maestra de Frankenheimer.
Chris Jiménez
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