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Voto de Chris Jiménez:
5
Comedia. Drama "Ray Ruby's Paradise" es un bar cabaret situado en pleno Manhattan, en el que actúan go-gos; es una especie de fábrica de sueños cuyo propietario es el carismático empresario Ray Ruby (Dafoe). (FILMAFFINITY)
16 de mayo de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todos apiñados, como una gran familia, embarcados hacia el mismo destino, o al menos en el mismo barco, cuyo nombre es Capitalismo.
Ray va y no al timón, ya que se está dejando llevar por las corrientes del azar. ¿Le llevarán a un verdadero paraíso o a las cataratas del Infierno?

Es desde luego un nuevo viaje de Abel Ferrara al inframundo urbano, de esos que suele practicar de cuando en cuando en su filmografía, y un cambio de registro enorme con respecto a su controvertida y aplaudida obra anterior. En este caso habla una vez más de Manhattan, de cómo sobrevivir y prosperar y el temor a no pertenecer a ella, pero no desde la propia Manhattan (del mismo modo que en "Inland Empire" Lynch habla de Hollywood sin introducirse nunca como tal en sus dominios); para más inri "Go-go Tales" está filmada en Cinecittà, su hogar desde hace muchos años.
Pero nada se nota ya que la mayor parte de la acción se concentra en un escenario interior único, desarrollando un rodaje un tanto caótico en el cual, sin embargo, el veterano director crece, aprende y se siente muy cómodo. Como su propio título indica este es un lugar donde vamos a escuchar muchas historias, procedentes de y alrededor de su instrumento de supervivencia, las go-gos, aunque todo parece surgir de la mente del maestro de ceremonias del club donde trabajan, ese Ray encarnado por un Willem Dafoe demasiado ocupado con el presente como para pensar en el futuro y a quien conocemos en su instante de reflexión.

La cámara se mueve con fluidez por este escenario artificial y tan glamuroso como sucio, el movimiento humano ocupa todo el encuadre y en su centro un diálogo de uno o más personajes se cruza con los de otros que emergen del lateral y se esfuman como si nada. Cuerpos femeninos brillando bajo los focos y los neones, en una armonía que nos puede parecer depravada, y no obstante defendiéndose su principio de inocencia; el berrido del jefe de seguridad (Bob Hoskins iracundo y mordaz) a unos clientes lo deja bien claro: las mujeres están para mirarlas y admirarlas, pero no para mancharlas con las manos.
En el piso de arriba y observando su reino por los monitores cual deidad corrupta, Ray tiembla de impaciencia y miedo, desde primera hora de la mañana hasta última hora de la noche de ese jueves que cubre el argumento. Porque Ferrara también nos hace saber que su protagonista no es maestro de nada, si hay en el Paradise un maestro de ceremonias es el dinero; sin una trama como tal se dejan las presentaciones y conversaciones banales de los primeros minutos y se escudriña un hervidero, de mujeres con sus problemas, hartas de no tener su sueldo; de individuos hostigadores, hartos de no ver sus deudas saldadas; de un hombre que debe hacer frente a la depredación materialista mientras intenta mantener vivo un sueño.

Digamos que es un álter-ego muy poco disimulado, o nada, del propio cineasta; para él Hollywood fue ese club de striptease donde cada carne (especialmente la de mujer) tenía un precio y todos querían poner sus manos sobre ella. Pero Dafoe halla un predecesor en la ficción tan legendario como el Cosmo Vittelli del "Asesinato de un Corredor de Apuestas Chino", otro individuo acorralado desde todas partes que hacía lo imposible por mantener su propio paraíso. Lo único que hace Ferrara es eliminar la trama "noir" de John Cassavetes y sustituirla por algo más cercano al humor, negro y crudo, pero humor, y no poco ligado en esencia al de Altman, Scorsese y Allen.
En la lucha desesperada por recuperar un billete de lotería ya premiado pero perdido, Ray se encuentra con los clásicos personajes del director en el camino de la adicción; del mismo modo que el teniente corrupto lo era a las drogas y al alcohol, Frank White al poder o Kathleen lo era a la sangre, Ray lo es al juego, a perder y a verse obligado a dejar que su existencia la conduzca el azar, la pura suerte, en un mundo donde eso no tiene cabida. Se tiene si uno carece de conciencia, como Johnnie o ese productor que quiere a Debby para su película, o si sabe administrarla, como el tiparraco que promociona el restaurante disfrazado de langosta y engatusa a los clientes chinos.

En este agujero caótico de capitalismo podrido podemos creer las sinceras palabras de Ray cuando afirma que se siente parte de una gran familia, un padre que ama a sus hijos a pesar de tener que explotarlos. Surge entonces la mayor reflexión, siempre latente, de este cuento de la calle y los suburbios, descubriendo una realidad amarga: si la explotación y el comercio son necesarias para mantener vivos el arte y la belleza; pareciera que Ray se guía por su pasión, por amor al arte, y así lo demuestran, quitándose las máscaras, sus trabajadoras y otros colaboradores al llegar la noche.
Porque de repente el bullicioso club se transforma en un elegante local de entretenimiento. Claro, el arte y quienes lo practican han de ser explotados dentro de esa cultura capitalista tan norteamericana, pero por unos instantes Ray se permite dejarles soñar y no ser parte de nada atado a intereses monetarios, puros artistas. Así se ve Ferrara en Cinecittà, su paraíso. Dafoe, cuyo nerviosismo interior se acrecienta junto a la tensión exterior y anuncia un violento giro de acontecimientos, descubre su alma frente a todos en un monólogo magistral, de las mejores cosas que el anterior haya filmado en toda su vida.

Es ahí donde la película, que no el personaje, merecía una solución menos piadosa y más dura, la que no queremos ver: que todo, en efecto, se va por la cloaca si no hay presencia del vil material. Porque la sociedad funciona así.
Ésto y una estructura más coherente y menos desorganizada son los hándicaps que impiden a "Go-go Tales" situarse un escalón por encima de otros títulos del nativo del Bronx...y tampoco aprovechar a esa fuerza de la naturaleza que es Asia Argento.
Chris Jiménez
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