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Voto de El Mariscal:
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Aventuras. Acción
El arqueólogo Indiana Jones deberá emprender otra aventura contra el tiempo para intentar recuperar un dial legendario que puede cambiar el curso de la historia. Acompañado por su ahijada, Jones pronto se encuentra enfrentándose a Jürgen Voller, un ex nazi que trabaja para la NASA. (FILMAFFINITY)
13 de julio de 2023
15 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pero qué obra de arte, qué despampanante exhibición de atributos cinematográficos y ya ni hablemos de su complejo guion, un deleite para los sentidos a la espera, ellos, de ser sodomizados por el talento de James Mongold.
Esa necesidad por el impertinente exabrupto, como flatulencia fermentada en navidades no deseadas, y el escape, y el saberse perfumado en implacable estoicismo pseudo dialéctico.
Esos personajes tan versátiles de personalidades pulidas que de tan pulidas, casi que desaparecen... y sus posturas para nada convencionales con el "cine" actual, la logia cosmopolita.
De adueñarse de la pantalla para intentar ocultar ese eximio retórico manejar, como ese Harrison desprestigiadamente impoluto que de muñeco de torta no pasa, qué elocuencia, qué audacia, qué tesón artístico.
Y ella, tan (im)predeciblemente agéndica, tan (im)prescindiblemente colérica, tan fastuosamente femimachística, tan profundamente morfochótica, tan habitante de la gronchótica babasónica, tan mitológicamente folclórica.
Lo mejor: esos 300 perdidos (no los espartanos sino los millones en lechuga) que solventaron el ambiente, el hábitat color merma, el (des)prestigio hacia la esencia en pos del neo-medievalismo.
Lo peor: nada, obviamente, aquí todo es perfecto, su (i)lógica estrambótica que expone el escarnio de los resentidos anti-artísticos old-school que poseídos por la reliquia, lloran lágrimas en VHS piratón...
Esa necesidad por el impertinente exabrupto, como flatulencia fermentada en navidades no deseadas, y el escape, y el saberse perfumado en implacable estoicismo pseudo dialéctico.
Esos personajes tan versátiles de personalidades pulidas que de tan pulidas, casi que desaparecen... y sus posturas para nada convencionales con el "cine" actual, la logia cosmopolita.
De adueñarse de la pantalla para intentar ocultar ese eximio retórico manejar, como ese Harrison desprestigiadamente impoluto que de muñeco de torta no pasa, qué elocuencia, qué audacia, qué tesón artístico.
Y ella, tan (im)predeciblemente agéndica, tan (im)prescindiblemente colérica, tan fastuosamente femimachística, tan profundamente morfochótica, tan habitante de la gronchótica babasónica, tan mitológicamente folclórica.
Lo mejor: esos 300 perdidos (no los espartanos sino los millones en lechuga) que solventaron el ambiente, el hábitat color merma, el (des)prestigio hacia la esencia en pos del neo-medievalismo.
Lo peor: nada, obviamente, aquí todo es perfecto, su (i)lógica estrambótica que expone el escarnio de los resentidos anti-artísticos old-school que poseídos por la reliquia, lloran lágrimas en VHS piratón...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Cómo no destacar, además, esos (d)efectos especiales que todo lo envuelve, que todo lo posee, que todo lo propone creyendo que los sentidos son extrapolables y qué (no) razón tienen, ellos en estado sumiso-gaseoso.
Titánicamente visionaria, la película predijo matemáticamente la paradójica resolución y su futuro en la historia, su destino en el dial con su aguja formato flecha introducida en el hemisferio sur ya que el norte está vacío, frío, trino.
Metafóricamente (in)adecuada, eximida de la (in)coherente retórica, exculpada de la metafísica mundánico-apoteósica posmodérnica, personalizadamente mamotrética.
Esquizofrénicamente ficcionalizada porque de lo artificial nace lo escénico, como dos martillos martillándose entre sí, con alma de acero y madera, bien duros e inamovibles en sus conceptos.
En conclusión: y ahora que me doy cuenta, ¿Cómo que el 1 no es la nota más elevada? ¿Cómo que no puedo cambiar mi nota? ¿Ah, puedo? Bueno, ahí le cambio la yerba al mate y vuelvo, vos esperame, che...
Titánicamente visionaria, la película predijo matemáticamente la paradójica resolución y su futuro en la historia, su destino en el dial con su aguja formato flecha introducida en el hemisferio sur ya que el norte está vacío, frío, trino.
Metafóricamente (in)adecuada, eximida de la (in)coherente retórica, exculpada de la metafísica mundánico-apoteósica posmodérnica, personalizadamente mamotrética.
Esquizofrénicamente ficcionalizada porque de lo artificial nace lo escénico, como dos martillos martillándose entre sí, con alma de acero y madera, bien duros e inamovibles en sus conceptos.
En conclusión: y ahora que me doy cuenta, ¿Cómo que el 1 no es la nota más elevada? ¿Cómo que no puedo cambiar mi nota? ¿Ah, puedo? Bueno, ahí le cambio la yerba al mate y vuelvo, vos esperame, che...