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Voto de Luis Guillermo Cardona:
6
Intriga. Aventuras. Terror. Fantástico Norteamérica, finales del siglo XVIII. El condestable Ichabod Crane (Johnny Depp), un investigador de Nueva York que utiliza avanzados métodos de averiguación, es enviado al pequeño y remoto pueblo de Sleepy Hollow para descubrir qué hay de verdad en la leyenda de un jinete sin cabeza que aterroriza a los habitantes del lugar. (FILMAFFINITY)
25 de agosto de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Diseño de producción? ¡Precioso, deslumbrante, recreando el clima perfecto!, y dignísimo merecedor del dorado Oscar y de cualquier otro premio. ¿Fotografía? ¡Impecable, esplendorosa!, con algunos momentos absolutamente pictóricos. Vestuario, efectos especiales, banda sonora, edición, efectos de sonido… ¡correctísimo todo! En resumen, en sus aspectos formales, “LA LEYENDA DEL JINETE SIN CABEZA”, es un filme admirable y visualmente precioso.

El sabueso de la película, Ichabod Crane, resulta, por su parte, “novedoso” y divertido con ese amaneramiento que lo hace lucir tontuelo mientras desborda su genio… y la verdad es que, Johnny Depp, de quien poco me atraen sus actuaciones, aquí me deja bastante satisfecho; además, sus ‘maneras’ explican el desabrido “romance” que sostiene con Christina Ricci, quien, por primera vez, confieso, resulta bastante insulsa. Se le abona también al filme, la presencia de esos inmensos actores de reparto con que logró contar el director: Miranda Richardson, impactante como Lady Van Tassel; Michael Gambon como el emérito esposo de la Lady, y entre otros, Christopher Walken, el temible jinete hessiano que ha perdido, emocional y literalmente, la cabeza. Sin ellos, toda la majestuosidad visual de esta película hubiese sido en vano.

Queriendo rememorar los celebrados tiempos del ‘gótico a la Hammer’, Burton rinde homenaje a sus populares actores Christopher Lee y Michael Gough, mientras que, ciertos ambientes, fueron creados a la usanza de aquellos filmes y, el preciosismo logrado ahora, necesario decir que es inobjetable.

¿Y argumentalmente? Aquí es donde comienza mi segunda insatisfacción, porque la historia de Andrew Kevin Walker -cuya fuente inicial fue el relato corto de Washington Irving “The Legend of Sleepy Hollow” (1820)- escrita muy al estilo ¿Quién lo hizo? o ¿Quién lo está haciendo?, se asemeja harto a esas historias de detectives en las que los espectadores nos pasamos todo el libro (o toda la película) sin comprender prácticamente nada y la luz nos va entrando en la cabeza, sólo y únicamente, en la medida en que, el sabueso de turno, nos va soltando sus “sorprendentes” descubrimientos. Quedamos los espectadores como unos completos cero-sesos y el detective ¡es un verdadero genio para las deducciones! Y nunca te preguntes ¿cómo lo descubrió? porque lucirás inteligente al descubrir que, simplemente, el autor se lo sopló. En historias así, casi siempre termino odiando al “genial detective”, llámese Hercule Poirot, Miss Marple… o Sherlock Holmes, y tan sólo soy capaz de digerir con plena satisfacción a Nick Charles y a su esposa Nora, y eso porque sus historias son encantadoras y desternillantes.

Como ya me ha ocurrido con otros filmes de elevado preciosismo visual, quedo con el lado izquierdo de mi cerebro plenamente satisfecho con tanta belleza visual y con el lado derecho reclamando una historia mucho más cercana y con una emocionalidad que me llegara hondo.

No sé porqué vuelvo a tener la idea de que, Tim Burton, debería dirigir a cuatro manos con otro director que, a su gran plástica, le aportara sensibilidad.

Para recordar, la frase de Ichabod Crane:
“La maldad usa muchas máscaras y la más peligrosa es la máscara de la virtud”.
Luis Guillermo Cardona
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