Me pasé dos horas sumergida en las más profundas cavilaciones y temiendo por la integridad del pobre niño en manos de semejantes lunáticos.

Lo de la limusina, nada mas comenzar, ya me desorientó. Diéz minutos de quítate tú que ahora conduzco yo, ¿a qué se debe? Creo que tiene algo que ver con los vericuetos de un camino iniciático que hay que recorrer o con el aislamiento de los seres humanos ¿o es un guiño a las comedias románticas de Sandra Bullock?

¿Por qué a nadie en la boda le extraña el comportamiento errático de la novia?

¿La madre tiene poderes paranormales, que ha heredado la hija, que les permiten tanto conocer el número de alubias de una botella, como tener visiones cósmicas, como vislumbrar el acabose planetario, y de ahí su mala baba existencial?
Es más ¿la hermana también los tiene, pero lo ignora? El padre me pareció que estaba hastiado de las tres ¡pobre hombre! no me extraña.

¿Se le saldrá una teta finalmente a la novia?

Creo que la respuesta a todas estas preguntas radica en la elección y disposición de las pinturas que hace Justine, pero no he conseguido aún descifrar el enigma.

Durante la segunda parte ya estaba exhausta y sólo dos cuestiones golpeaban mi cabeza: ¿cómo ha conseguido la triste de Claire casarse con un apuesto millonario? Y ¿No hace frío en esa terraza en la que se pasan la vida y encima descalzos?

Lo mejor de la peli fue cuando se encendieron las luces y vi la cara de la pareja de mi izquierda, miraban al infinito con la distancia seráfica de los catatónicos, no reaccionaban, no se movían de sus asientos, puede que aún sigan en el cine esperando respuestas, como yo