Desde el casi total desconocimiento de la historia y la obra de Shakespeare, se diría que "El león en invierno" es una adaptación de un texto suyo. Pues no, ya que su origen no histórico es una obra teatral de Broadway de James Goldman, un autor que ignoro, que tiene predilección por la monarquías ("Nicolás y Alejandra") o por míticos personajes en el ocaso de sus vidas ("Robin y Marian").

Las dos vertientes confluyen en esta conocida película de Anthony Harvey, director únicamente correcto puesto al servicio del texto y de los actores, que destacó mas en su tarea de montador. Trata de la lucha de poderes, triquiñuelas y barbaridades que se acometen para ocupar un trono y seguir poseyendo tierras. Pero también del paso del tiempo, del desencanto de la edad anciana, de las crisis existenciales y del deterioro del cuerpo y la memoria. Eso si, la ambición y la maldad se mantienen intactas. La trama se desarrolla sin glamour. La familia real se reúne en Navidades en un viejo castillo francés, caminando y apartando con sus pies cerdos o gallinas a su paso, en estancias lúgubres o comedores polvorientos.

O'Toole y Hepburn son los reyes de la función y lo más excitante es asistir a la contraposición de dos estilos que chocan de frente a alta velocidad. La explosión que se produce crea la energía que salpica a otros actores casi debutantes y ahora míticos (Hopkins, Dalton) y a un director que se rinde ante colosal maestría.