Obra maestra, clásico que permanecerá para siempre en el horizonte de lo mejor que ha producido el Séptimo Arte. Así como Francis Ford Coppola, décadas más tarde (El Padrino III) supo hacer uso del efecto emotivo de la música y el escenario, el maestro Hitchcock se lució con una secuencia cargada de adrenalina y suspenso. Y eso no es todo: aún por encima de Coppola, el genial Hitch logró un entramado laberíntico, que desde el principio captura nuestra atención. Puedo decir que se experimenta un estado sostenido de emoción, nada apto para cardiópatas. ¡Y qué decir de James Stewart! Hace un papel estupendo, sentido, encomiable. Un actor de verdad.