Nunca me había considerado un mitómano de Paris, hasta que llegó Woody Allen y me vendió esta ciudad como nadie lo había hecho nunca.
Se apagan las luces y comienzan a desfilar ante mis ojos hermosos planos de la citada al ritmo de la música de Sidney Bechet enamorando mis retinas y mis oídos por igual.
En breves minutos Allen consigue mi predisposición anímica para comulgar con el protagonista de la historia, un soñador escritor (bien interpretado por el simpático Owen Wilson) que fantasea con unos idealizados tiempos de la Belle Epoque y los legendarios personajes históricos que los vivieron.
Una utopía personal, fuente de ficticia nostalgia, que en realidad no es más que un anhelo de felicidad.
Porque ya se sabe, cualquier tiempo pasado siempre fue mejor.
En definitiva, una película notable, con golpes de humor, mucho romanticismo y sobre todo una valiosa lección sobre la vida y la nostalgia.
Vuelva a ser ingenuo, sueñe y disfrute.