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España España · Pamplona
Voto de Ano García:
2
Comedia. Romance Invierno de 1931. Fernando decide desertar del ejército y se refugia en una casa de campo, donde es bien acogido por Manolo, un pintor excéntrico que vive retirado debido a sus ideas políticas. El chico mantiene sucesivamente relaciones con las cuatro hijas de su protector (Rocío, Violeta, Clara y Luz), sin saber muy bien de cuál de ellas está enamorado. (FILMAFFINITY)
27 de diciembre de 2021
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dices "Mira, voy a ver esta peli española a la que han dado un Óscar", esperando encontrarte algo interesante, y no. Más bien al contrario, se trata de una peli del montón tirando para abajo, muy inferior a otras producciones patrias que han pasado sin pena ni gloria.

La película es una autocomplaciente y ultraprevisible sucesión de repugnantes actos de amor carnal en una España que, por muy protorepublicana (la película está ambientada en los meses previos a la II República), no dejaba de ser ultracatólica en esencia. Es un insulto audiovisual que exige un altísimo esfuerzo de suspensión de la incredulidad, con todos mis respetos a Fernando Trueba (director) y Rafael Azcona (guionista). Y digo esto sin tener nada en contra del sexo en el cine, al igual que la violencia o lo que sea, siempre y cuando estén bien traidos. Vean "Canino" (Yorgos Lanthimos, 2009) para una sucesión de irrefutables escenas sexuales; o “El Pico 2” (Eloy de la Iglesia, 1984) para un sexo crudo pero natural y consustancial a la acción, por poner un par de ejemplos. En cambio, en “Belle Epoque” el sexo es pueril y forzado.

Hago hincapié en el sexo porque la película gira en torno a él. La importancia de que la lujuria dejase de ser una cuestión de estado pocos años antes de la escritura de su guion es, creo, el único detonante de esta producción, que intenta superar centurias de culpabilidad católica (y toda la vida en el caso de Azcona, que nació en 1926 y cuya adolescencia coincidió con los años más duros del franquismo). Tal era la insistencia del régimen con la lujuria que, como sugiere Fernando Díaz Plaja, para el español de la época no existe otro pecado. "Poca gente deja de confesarse de él; muchos, en cambio, olvidan decirle al cura que han comido excesivamente (Gula) o que se quedan en la cama después de haber dormido lo necesario (Pereza)” (en “El español y los siete pecados capitales”, 1966).

Luis Buñuel incide en sus memorias (“Mi último suspiro”, 1982) que la insistencia en este pecado "contribuía a robustecer extraordinariamente el deseo. Cuando, a despecho de todas las prohibiciones, este deseo podía ser satisfecho, el placer físico era incomparable, pues siempre se asociaba a él ese goce secreto del pecado. Sin asomo de duda, un español experimentaba en la cópula un placer muy superior al de un chino o un esquimal (…) ¿Por qué hay en la religión católica ese horror al sexo? (…) En una sociedad organizada y jerarquizada, el sexo, que no respeta barreras ni leyes, en cualquier momento puede convertirse en factor de desorden y en un verdadero peligro".

De ahí, obviamente, las particularidades del cine español de los 80, libre por fin de ataduras legales. Y de ahí también un Azcona ya mayor y con prestigio, que se lanza al ruedo del sexo con un goce monumental, pero lo hace atrapado en el tiempo: como un preadolescente de 13 años que hace gestos obscenos de forma grosera pero esperando que pronto los pueda llevar a la práctica. Y esta es la vida truncada de dos o tres generaciones de españoles nacidos en el s. XX, como Azcona, y la única lectura interesante de la película. Exclusivamente por ello le doy un 3, que bajo a 2 para compensar el prestigio del Óscar. Y tras este tironcillo de orejas a Azcona subrayo que, fuera de esto, lo tengo en la más alta estima.

(Ya que he nombrado las memorias de Buñuel, insto a que las lean si no lo han hecho ya. Los mejores 10 euros que van a invertir este año, sin duda.)
Ano García
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