389/17(11/12/09) Víctor Erice realizó con su ópera prima un hito en la historia del Cine español, un punto y aparte, una obra mágica, llena de fascinación, una experiencia mística. No es este un film recomendable a todos los paladares, es un complejo estudio sobre los recelos y dudas de una niña, es el despertar al mundo de una mente infantil en el que la muerte la tiene obsesionada, es cine metafórico, inmenso de sutilezas, cargado de matices, donde cada cual que lo ve lo puede interpretar de un modo distinto, tiene multitud de lecturas y todas pueden ser buenas, aquí radica su gran virtud, en ser un cuadro que no te dejará indiferente . Nos presenta la oscuridad de la profunda España, en la meseta castellana, en la dura posguerra a través de los ojos de una niña, Ana (colosal Ana Torrent), y aún así, estando enmarcada en un tiempo determinado es una historia atemporal y universal, un cuento sobre la puericia, en medio de un paisaje árido, donde la cámara nos retrata la áspera belleza que marca a los personajes, con delicados planos fijos en los que da la impresión de estar viendo cuadros al óleo en movimiento, fotografiados en tonos ocres ahogados por Luis Cuadrado en los que se llega a oler a tierra, consigue acentuar el mundo asfixiado en el que se mueven los protagonistas, así como el carácter de fábula que te impregnan las melodías infantiles. Este es un relato en el que apenas se oye hablar, apenas hay diálogos, y los pocos que tienen las hermanas lo hacen susurrando, vemos a la pareja formada por Fernando y Teresa (F. Fernán Gómez y Teresa Gimpera, en lo que es un claro guiño a sus verdaderos nombres, pues todos los personajes llevan sus verdaderos nombres) que no se hablan, es una radiografía de la incomunicación, donde los personajes llevan marcadas cicatrices que no dejan salir a la luz, solo nos dejan detalles enigmáticos, como las cartas que Teresa escribe a alguien a Niza, o las disecciones que Fernando hace de las colmenas, incluso las ventanas de la casa tienen formas de celdillas de colmena, en las que podemos ver una alegoría de la vida. Destacable es el maravilloso homenaje al cine, la magia del séptimo arte, cine que marca nuestra juventud, mezclando en nuestra pueril mente realidad y ficción, donde los monstruos de la pantalla, en este caso el de Frankenstein son personas incomprendidas, como creen ser los niños. Ésta obra posee una atmósfera hipnótica, un hechizo sensorial de los que te cala, poesía visual turbadora donde los ojos de Ana, te abren una puerta al infinito, su tierna mirada te sumergen en un mundo desconcertante. Recomendable a los que gusten de cine que se sale de lo convencional. Fuerza y honor!!!