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España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
5
Comedia. Drama Jon (Domhnall Gleeson), un joven aspirante a músico, se une a un grupo de excéntricos músicos pop liderado por el enigmático Frank (Michael Fassbender) y su neurótica compañera Clara (Maggie Gyllenhaal). (FILMAFFINITY)
18 de junio de 2022
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205/23(17/06/22) Decepcionante film en el que tenía depositadas esperanzas por su temática valiente en el estudio de la fina línea que separa la genialidad de la locura, por las referencias que tenía, por el director Lenny Abrahamson, por el elenco actoral con Michael Fassbender, Domhnall Gleeson, Maggie Gyllenhaal, y Scoot McNairy. Pero me he encontrado una cinta aburrida, pretenciosa, y lánguida. Frank Sidebottom fue un artista musical que combinó ingenio ‘mancuniano’ reseco con la locura vanguardista y el espectáculo de vodevil. Su característica más llamativa era su cabeza esférica de papel maché con sus rasgos pintados, ojos azules del tamaño de un platillo, labios rubí fruncidos y cabello negro peinado hacia abajo con raya a un lado. Creado e interpretado por el difunto Chris Sievey, quien murió en 2010 a los 54 años, personificó la superposición norteña entre el indie, el punk y el music hall junto con Half Man Half Biscuit, John Cooper Clarke, Vic Reeves y Peter Kay's Phoenix Nights. El periodista, autor y locutor Jon Ronson escribió un artículo sobre su propio hechizo a fines de la década de 1980 como teclista en Frank's Oh Blimey Big Band. Esto se ha convertido ahora en la base de Frank, coescrito por Ronson y Peter Straughan (quienes colaboraron previamente en una adaptación cinematográfica del libro de no ficción de Ronson The Men Who Stare at Goats). Siéndome un acercamiento a un reflejo de las ansias de triunfar con música underground, música esta que me ha resultado irritante, tanto como que me la quieran ‘vender’ como algo maravilloso (puaj!). Un submundo este que me muestran poblado de seres disfuncionales al borde de lo patológico (cuando no hundido en el cómo Frank), donde lo supuestamente sibarita no es más que ridiculez revestida de pompa huera. Una radiografía superficial a los procesos creativos artístico, aquí por combustión espontánea. Una narración con tintes surrealistas en el comportamiento bizarro de los protagonistas. Ello con un humor tan caustico, como poco efectivo por lo que a mí se refiere. Un fresco sobre las ansias de éxito por caminos torcidos: Una película donde los personajes no me enganchan, me da igual lo que les pase, son seres exasperantes, sin gracia, meros pedantes fantoches. Historia que va de un lado a otro y al final no me ha dicho nada, si acaso me quedo con la frase sobre Frank: "No lo des vueltas, es una enfermedad mental. Él siempre fue musical, pero su enfermedad no le ha ayudado con la música, al contrario, le ha ralentizado", pero por el contrario Abrahamson, si le da vueltas, hasta conseguir provocar el tedio, con sus circunloquios episódicos que no llevan a conclusión alguna. Con peleas, suicidios, accidentes en cadena, pero nada con un sentido orgánico, más bien situaciones arbitrarias y caóticas para desviar ala tención de lo entre poco y poquito que me cuentan.

Tiene un esperanzador arranque con Jon (Domhnall Gleeson), un aspirante a músico al que vemos intentar componer temas, pero se estrella una y otra vez con sus absurdas composiciones. Entonces por casualidad es fichado en una playa por un peculiar grupo como teclista, al de la banda le ha dado por querer ahogarse en el mar. Y entonces de sopetón, durante una actuación en el escenario conocemos al excéntrico cantante de la banda, tipo con un cabezón de muñeco y entonces nos sentimos intrigados por el porqué de alguien que se pone eso en la testa. Jon actúa como la brújula moral del relato, es nuestros ojos inocentes sumergiéndose en este microuniverso nutrido de lo absurdo, una especie de Sancho Panza entre Don Quixotes, y sobre todo un enorme Don Quixote. Y realmente mi chasco luego es que esperaba a un tipo carismático, magnético, ingenioso en este Frank, pero mi decepción es de Everest al encontrarme con alguien sin chispa alguna más allá que nos tengamos que tragar sus dotes para improvisar temas como algo colosal (puaj!), esto en Alpujarra lo hacen cientos de trovadores, y no digamos ya los raperos, y sobre todo con más gracia. Lo siento, pero este Frank me es alguien insípido en su impostada melancolía.

El núcleo central es el grupo concentrándose en una cabaña apartada del mundanal ruido durante un año (financiada por Jon! ¿?) para grabar el supuesto disco de los discos. Donde los roces entre el grupo serán constantes, los tiras y afloja en búsqueda de su identidad (que estulticia pedante). Donde se supone conoceremos al verdadero Frank, y lo que vemos aes aun tipo desorientado, que añade a su críptico comportamiento el describir sus expresiones faciales. Donde Jon llega a hacerse pajas mentales con la (supuesta) genialidad de Frank en las creaciones de canciones, cuando a mí me resultan sus termas entre inanes y ridículos. Lo que en el primer tramo era un aire de comedia (que ni siquiera me saca una meuca de sonrisa), va tornando en un drama tristón sobre lo voluble de las patologías mentales, pero todo esto derivando en dejarme entre gélido y frío. Para llegar a un rush final que da sentido a lo visto, pero a la vez, nos da un sopapo, pues anula cualquier profundidad de mensaje, cual si se estuviera riendo de nosotros el guión.

Stephen Rennicks se desempeñó como director musical, encargado de escribir canciones que fueran un híbrido de música pop y rock experimental. Rennicks se inspiró en los músicos que conoció en su propia banda de la década de 1980, The Prunes. También escribió la partitura y supervisó las grabaciones de sus canciones originales. La música interpretada por la banda en la película fue grabada en vivo por el elenco durante la filmación.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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