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España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
5
Drama Basada en la novela homónima de Miguel Delibes. A Rafael, joven diputado socialista, le comunican la muerte de su amigo Víctor Velasco. En el cementerio coincide con Laly, una antigua compañera. Ambos rememoran la personalidad del amigo desaparecido y la historia que compartieron con él durante la campaña de las elecciones de 1977. En uno de los pueblos de la sierra burgalesa conocieron al señor Cayo, un viejo apegado a la tierra, que ... [+]
15 de junio de 2022
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
201/19(14/06/22) Fallida adaptación dirigida por Antonio Giménez-Rico del libro homónimo de 1978 de Miguel Delibes, con guión propio junto a Manolo Matji (“Los santos Inocentes”), que innovan sobre el material literario que la historia se cuenta en flash-back, pero lo hacen de forma discordante con el presente es en b/n y el pasado en color. Film que solo tiene interés cuando aparece el Tótem Paco Rabal en una especie de sucedáneo de su Zacarías de la también de Delibes “Los Santos Inocentes”, su presencia es un destello de luz que magnetiza todo, la humanidad y sencillez que transpira son sublimes. Su lección de humildad que da a los urbanitas salva-patrias que llegan a visitarle es arrolladora. Sus batallitas (la historia de como los del pueblo se refugiaban en una cueva; o la anécdota que cuenta del tipo al que le ‘adivinan’ la fecha de su muerte es tremebunda) y simpleza en la vida son un soplo de aire fresco que nos puede hacer reflexionar sobre lo que muchas nos complicamos la existencia, aunque también deja una mirada melancólica como la juventud ha ido abandonando el medio rural por las ciudades y sus ‘comodidades’. A través de este peculiar Cayo asistimos (según la mirada humanista-naturalista típica de Delibes) al modo de vida ancestral (ese modo de ‘domar’ abejas’), a la sabiduría que va pasando de generación en generación (como sabe sobre el clima por detalles), a disfrutar del momento (dice Cayo que se puede pasar días viendo nevar), a la pureza en sus creencias (la medicina del campo), a como se mantienen rivalidades peculiares (solo tiene un vecino Cayo y está peleado con él).

Este choque de mentalidades es claramente ganado por Cayo, y es que realmente estos aspirantes a politicuchos tienen poco que ofrecer más allá de soflamas simplistas de izquierdas. Y es que cuando no está el murciano Rabal (cuando viajan en el Simca 1200, que tantos recuerdos de la infancia me trae), el tramo del inicio (unos 40 minutos) la película divaga sin rumbo, y cuando abandona el trío el pueblo del Sr. Cayo, la cinta decae cual si cayera en un socavón. Juan Luis Galiardo es un grandísimo actor, pero poco puede hacer con un papel muy simplista, sin más carácter que ser espectador del embrujo que le despierta el Sr. Cayo, pero esto además no resulta fluido orgánicamente cuando este parece sufrir una epifanía con el encuentro con Cayo, muy forzada esta. .

Los otros dos intérpretes de peso en la trama son un Iñaki Miramón pasado de vueltas, y una penosa Lydia Bosch, más blandita que una burbuja. El análisis sobre la incipiente democracia que volvía a España queda muy esquemática, muy de trazo grueso, y además nos cuelan un caricaturesco y grotesco tramo con unos fascistas que aparecen salidos de un programa de propaganda comunista, sobra esta escena que nada aporta, más allá de poder servir a los entonces en 1986 en el poder para mostrar lo que podría ser la vuelta de la ultraderecha (llámese Alianza Popular) al poder. A destacar la escena final (spoiler), muy significativa del mensaje. Aparte de la escena políticamente incorrecta y hoy imposible, en que el Sr. Cayo mata en plano sostenido y parece sin trampas a un lagarto, me recuerda a la paliza que Lola Gaos da aun perro en “Furtivos” (1975) por su crudeza.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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