Serie repetitiva y plúmbea hasta la náusea que llenó de goles interminables la hora de la merienda de los niños españoles durante los noventa. Inexplicablemente en aquellos años no nos parecía ni repetitiva ni plúmbea, todo lo contrario, nos podíamos tirar a gusto quince minutos de reloj contemplando con la boca abierta la trayectoria elipsoidal de ese balón hercúleo que debía recorrer al menos trescientos kilómetros de campo de fútbol para alcanzar la portería contraria; llegado a este punto, se acababa siempre el capítulo, justo con la imagen de la cara de susto del portero. (Os invito a adivinar cuál era el tema de conversación principal en todos los colegios al día siguiente).

En caso de no hallarse el jugador al otro lado del inmenso campo, igualmente se tiraba eones ramoneando en torno a la portería mientras se decidía entre la chilena a cuatro bandas con pináculo hexagonal o el cuadrángulo surinamés de la Muerte Venenosa que tan buenos dividendos le había dado en otros partidos a causa de su ergonómica planificación y relativamente fácil ejecución que sólo les llevaba como quince capítulos, diez lesionados graves, varios agujeros en la capa de ozono, un par de ataques al corazón y unos cuantos espectadores muertos por el efecto rebote.

Si esta serie resultaba aburrida por lo reiterativa y simplona, no hablemos de los partidos de fútbol de la vida real. Ni Catapultas Infernales, ni balones apepinados brillantes, ni tiros que sobrepasan el nivel del sol, ni muros quebrantados por un chute especialmente entusiasta...y que no se retransmitan en directo los pensamientos atormentados de los jugadores, ya roza lo inadmisible. Por no hablar de la falsa idea histórico-futbolera que se inculcaba en jóvenes mentes impresionables que creían de buena fe que Japón era una gran potencia futbolística y que llegaba a las finales de todos los mundiales. ¡MENTIRA!.

En conclusión, serie tan mediocre como mítica que aplica liberalmente aquella famosa frase de Cruyff, “al fútbol siempre debe jugarse de manera atractiva, debes jugar de manera ofensiva, debe ser un espectáculo.” Lástima que sólo los nipones (de los dibus) parezcan haberla entendido en toda su medida. El fútbol es un coñazo.

P.D.: El mejor era Benjy Price.